Resumen:

En este artículo se analiza el contexto sociopolítico y los viajes al extranjero (hasta los treinta años) de los tres últimos escritores latinoamericanos ganadores del premio Nobel de literatura: García Márquez (1982), Paz (1990) y Vargas Llosa (2010). Así, por medio de este artículo se puede entender que sus viajes les sirvieron para ampliar sus horizontes, influyendo sus ideas y respeto por la libertad. En las obras de estos tres escritores pueden encontrarse elementos latinoamericanos, universalidad, búsqueda de libertad y respeto por las diferentes culturas; lo que permite relacionarlos con el cosmopolitismo. Ellos actuaron como ciudadanos del mundo y, en su búsqueda de la verdad, se interesaron por asuntos que los marcaron ideológica, política e intelectualmente.

Abstract:

We analyze the sociopolitical context and the trips abroad (before the age of thirty) by the last three Latin Americans writers who received the Nobel Prize in Literature: García Márquez (1982), Paz (1990) and Vargas Llosa (2010). Therefore, with this article we will understand that the trips abroad of Paz, García Márquez and Vargas Llosa help them to broaden their horizons, influencing their ideas and respect for freedom. Latin American elements founded in the production of these three writers, as well as universality, the search of freedom and respect for diverse cultures, which allows to relate them to cosmopolitism. They functioned as world citizens and, in their search of the truth, they were interested in affairs that marked them ideologically, politically, and intellectually.

Palabras clave:
    • cosmopolitismo;
    • premio Nobel;
    • Octavio Paz;
    • García Márquez;
    • Vargas Llosa;
    • ideas sociopolíticas.
Keywords:
    • cosmopolitism;
    • Nobel Prize;
    • Octavio Paz;
    • García Márquez;
    • Vargas Llosa;
    • sociopolitical ideas.

En este artículo se analiza cómo García Márquez, Octavio Paz y Vargas Llosa reaccionaron frente a los acontecimientos y coyunturas políticas más importantes de sus épocas (Revolución rusa, Guerras mundiales, fascismos, Guerra Fría o Revolución cubana) y de qué manera estos momentos influyeron en su búsqueda por la libertad y su impulso por el cosmopolitismo.

Se analiza solamente1 hasta los treinta años de Paz, García Márquez y Vargas Llosa porque en sus primeras etapas como escritores fueron los viajes y el contexto sociopolítico-cultural los que marcaron sus perspectivas, que después plasmarán sobre todo en su obra ensayística y periodística.

Se aborda la vida de Paz, García Márquez y Vargas Llosa a través de sus autobiografías y ensayos porque permiten escuchar a los escritores en primera persona. Además, se utilizan entrevistas, biografías e investigaciones que permiten conocer y analizar la vida de los tres escritores. Se visitan algunas obras de los tres escritores en tanto permiten entender el contexto en que fueron realizadas, por ejemplo, la obra poética de Paz en Estados Unidos, los cuentos y novela de García Márquez en París o los ensayos y novelas de Vargas Llosa entre París, Europa y Cuba.

Latinoamericanos, el cosmopolitismo y Francia

Escritores latinoamericanos en Francia desde finales del siglo XIX ha sido una constante, lo cual tiene diferentes lecturas y puede ser visto como un viaje de iniciación. Es preciso recordar que los intelectuales latinoamericanos y la política cultural de Francia hacia América intervinieron para crear el concepto de América Latina, lo que posibilitó la generación de una nueva discursividad identitaria.

Esther Aillón Soria en su ensayo “La política cultural de Francia en la génesis y difusión del concepto L’Amérique latine, 1860-1930” explica que la creación y difusión del concepto de América Latina surgió, por un lado, como una estrategia de pensadores latinoamericanos para ser reconocidos frente a las naciones europeas y contraponerse a Norteamérica. Por otro lado, algunos pensadores franceses y el gobierno en Francia crearon la idea de la latinidad de América como una táctica para mejorar su posición sobre los nuevos países de ese continente (Granados y Marichal, 2004: pp. 71-80).

El concepto “América Latina” surgió en París a mediados del siglo XIX, y el primero en usarlo fue el chileno Francisco Bilbao, en una conferencia en París en 1856. Tres meses después en la capital francesa, el colombiano José María Torres Caicedo elaboró un discurso sobre la raza en América Latina. Los latinoamericanos buscaban formar parte de la construcción del “nosotros” europeo, mientras que los franceses intentaban fortalecer la esfera no anglosajona. A finales del siglo XIX, la difusión del concepto de América Latina coincidió con la etapa cuando las élites americanas se afrancesaron y el florecimiento del americanismo francés fue de 1860 a 1880 (Granados y Marichal, 2004: pp. 71-80).

Por ello, el intercambio cultural y afrancesamiento de las élites latinoamericanas en el siglo XX como se verá con los escritores Octavio Paz, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa corresponde a un viaje de iniciación y una búsqueda de conocimientos, pero también fue parte de la creación de un discurso identitario que surgió a finales del siglo XIX con el concepto de América Latina.

A causa de que varios escritores latinoamericanos vivieron en el extranjero, Albert Bensoussan sugiere que puede creerse que el concepto de nación o la idea de patria les resulta extraño. Así, el cuestionamiento sobre la identidad está en el centro de la creación intelectual latinoamericana del siglo XX como se observa en Octavio Paz y Vargas Llosa (Bensoussan, 2011: pp. 33-34). Para Bensoussan el cosmopolitismo se asocia con un problema de identidad, pero no entiende que los escritores latinoamericanos en muchos casos fueron para formarse, estudiar y aprender sobre culturas e idiomas distintos, para enriquecer sus visiones del mundo, por lo que el cosmopolitismo también se puede vincular con viajes de iniciación. Asimismo, es parte de la “nueva identidad” que surgió con el concepto de Latinoamérica y que fomentó los intercambios culturales con Francia.

Los viajes en Europa permitieron a los escritores latinoamericanos no simplemente conocer mejor la literatura de ese continente, sino también observar desde otra perspectiva a Latinoamérica. Por ejemplo, Vargas Llosa trabajó en París en la radio y televisión francesa y así entró en contacto y entrevistó a Borges, Fuentes, Asturias, Carpentier o Cortázar, quienes eran los escritores latinoamericanos más reconocidos en esos años (Oviedo, 1982: pp. 30-33).

Louis Lourme en Qu’est-ce que le cosmopolitisme? asevera que el cosmopolitismo surge de dos vocablos griegos: politès (ciudadano) y kósmos (el universo, el mundo) y designa el hecho de nombrarse y sentirse ciudadano del mundo (Lourme, 2012: 7). Al respecto, Yves Charles Zarka en Refonder le cosmopolitisme explica también que el cosmopolitismo observa al hombre como ciudadano del mundo y todos los seres humanos son parte de una comunidad. Así, el concepto de humanidad implica la noción de responsabilidad (Zarka, 2014: 1).

Daniel Loewe explica que en el siglo XXI las cinco dimensiones del cosmopolitismo son:

  • derecho democrático cosmopolita,

  • la justicia distributiva global,

  • las circunscripciones territoriales variables,

  • la sociedad civil global y

  • la educación cosmopolita.

Por ello, la ciudadanía cosmopolita se trata de un objetivo político correcto y coherente (Loewe, 2015). Sin embargo, este artículo sobre los tres escritores ganadores del premio Nobel se enfoca en el cosmopolitismo del siglo XX durante el periodo de las Guerras mundiales y la Guerra Fría.

Como Cattafi explica en su artículo “Las acepciones del término cosmopolitismo: una aportación a la taxonomía de Kleingeld” el concepto de cosmopolitismo ha evolucionado y presenta diferentes acepciones. El cosmopolitismo se nutre del debate dialéctico entre lo local y lo global, por lo que el individuo adquiere suma importancia en su papel de actor cosmopolita. Uno de los conceptos más conocidos vinculado es el relacionado a Bobbio, Matteucci y Pasquino, donde el cosmopolitismo niega las divisiones políticas (Estado, nación o patria) y territoriales, por lo que afirma el derecho del hombre a definirse como ciudadano del mundo (Cattafi, 2014).

Por su parte, Nataly Villena Vega en Mario Vargas Llosa, intellectuel cosmopolite (una obra que se vincula a la temática de este artículo) establece que el cosmopolitismo reposa en la libertad como principio tanto para Paz como para Vargas Llosa (Villena, 2008: p. 177). De esta forma, en este artículo se observará la relación con el cosmopolitismo a partir de los viajes al extranjero (hasta los treinta años) y las obras que escribieron Paz, García Márquez y Vargas Llosa.

Para Vargas Llosa, el único medio de convertirse en cosmopolita es el respeto de la libertad del otro, para poder garantizar la democracia; es un cosmopolita cultural que, habiendo disfrutado de todas las artes, habiendo visitado todo el mundo, defiende la sociedad abierta como garantía de la cultura, como sostiene Nataly Villena Vega en Mario Vargas Llosa, intellectuel cosmopolite. Para Vargas Llosa, Octavio Paz fue su modelo literario y de cosmopolitismo intelectual, porque la obra de Paz se nutrió de la literatura española, de las poéticas inglesa y francesa, así como de influencias orientales (japonesa, india y china) (Villena, 2008: pp. 58-61).

Por tales motivos, este artículo tiene como propósito mostrar la relación con el cosmopolitismo de los escritores latinoamericanos ganadores del premio Nobel de literatura Octavio Paz, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Los tres vivieron durante temporadas en el extranjero y en sus obras pueden encontrarse elementos latinoamericanos, así como universalidad, búsqueda de libertad y respeto por las diferentes culturas; lo que permite relacionarlos con el cosmopolitismo de la primera mitad del siglo XX.

Octavio Paz (1914-1998)

Octavio Paz fue condecorado con el premio Nobel de literatura en 1990 y Fernando Vizcaíno en Biografía política de Octavio Paz o la razón ardiente señala que su obra se puede dividir en tres etapas: juventud, madurez y “fin de siglo”. La etapa de juventud empieza en 1931, cuando con 17 años publicó sus primeros textos, y terminó en 1943 cuando ganó una beca de la Fundación Guggenheim y viajó a Estados Unidos. En 1933, Octavio Paz participó en la fundación de la revista Cuadernos del Valle de México, que tuvo solo dos números y que editó junto a Rafael López Malo, Salvador Toscano, Enrique Ramírez y Ramírez y José Alvarado. Esta nueva publicación resaltaba el entusiasmo por la Revolución Soviética (Vizcaíno, 1993: pp.55-60). Andrés Ordoñez en Devoradores de ciudades: cuatro intelectuales en la diplomacia mexicana (2002) muestra un resumen de la obra de Paz publicada hasta 1944:

Para entonces, ya había participado en la dirección de las revistas Barandal (1931-1932) y Cuadernos del Valle de México (1934); había fundado junto con Efraín Huerta y otros jóvenes escritores la revista Taller (1938), y participado en la fundación de la revista El hijo pródigo (1943); había publicado tres libros de poesía, Luna silvestre (1933), Raíz del hombre (1937) y A la orilla del mundo (1942); había participado con Xavier Villaurrutia y Juan Gil-Albert, en la elaboración de la antología Laurel de la poesía moderna en lengua española; había escrito sus primeros esbozos ensayísticos sobre artes plásticas, ‘Isla de Gracia’, sobre el arte cretense (1939), Juan Soriano (1941) y José María Velasco (1942), e incluso había incursionado, con Xavier Villaurrutia y otros, en el cine mexicano como letrista del afamado ‘charro cantor’, Jorge Negrete (Ordóñez, 2002: p. 210).

Viaje a Europa

Rodríguez Ledesma en su obra El pensamiento político de Octavio Paz explica que en 1937 Paz viajó por primera vez a Europa como invitado al Segundo Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura en España organizado por Rafael Alberti y Pablo Neruda. Paz fue parte de los mexicanos invitados oficiales al Congreso, junto a José Mancisidor y Carlos Pellicer. Otros artistas que se integraron al grupo para asistir al Congreso fueron Silvestre Revueltas, Juan de la Cabada, Fernando Gamboa, José Chávez Morado y María Luisa Vera. El viaje empezó desde la Ciudad de México por tierra hasta Quebec, Canadá. Desde ahí en barco a Cherburgo y en tren hasta París, para terminar en España. Esta travesía en Europa duró hasta 1938 y Paz visitó Madrid, Barcelona y Valencia, participó en las actividades del Congreso, dio conferencias, escribió algunos poemas en el camino, y recorrer la ruta del Quijote significó una gran experiencia para él (Rodríguez Ledesma, 1996: pp. 69-73).

El entorno de Paz era el entorno social y político de México. Además, asumió como propio el entorno español de la guerra civil, por tal razón, se entiende la intensidad de sus poemas “Oda a España” y “¡No pasarán!”. Durante el Congreso Internacional de Escritores, Paz quedó impresionado con el fanatismo de sus amigos escritores cuando condenaron a André Gide, tachándolo de ser enemigo de España por su libro donde realizó fuertes críticas sobre la vida cotidiana en la Unión Soviética (en 1936 publicó Regreso de la URSS) (Arriola, 2008: pp. 42-44). Octavio Paz explicó en Itinerario su sorpresa cuando Gide fue condenado públicamente: “En Valencia y en Madrid fui testigo impotente de la condenación de André Gide. Se le acusó de ser enemigo del pueblo español, a pesar de que desde el principio del conflicto se había declarado fervoroso partidario de la causa republicana” (Paz, 1994: pp. 61-62).

Luego de su viaje a España en 1937, Paz comenzó a ser visto con recelo por la izquierda. Estaba prohibido señalar los problemas de la Unión Soviética porque si alguien lo hacía era tratado como un traidor (lo que sucedió con André Gide). Paz supo años después, que era vigilado durante el Congreso, porque “se decía” que en ocasiones presentaba posturas cercanas al trotskismo. A causa de los reproches que recibió Paz en este viaje a Europa se acentuó su desencanto con el marxismo-socialismo (Rodríguez Ledesma, 1996: pp. 70-71).

Paz aclaró en Itinerario que, en 1937, en Valencia, fue vigilado porque se decía que tenía influencias trotskistas. Además, recibió reproches de los comunistas debido a comentarios que expresó: “Fui objeto, eso sí, de advertencias y amonestaciones de unos cuantos jerarcas comunistas y de los reproches amistosos de Mancisidor” (Paz, 1994: pp. 60-61).

Regreso a México y trabajo como periodista

Juan Federico Arriola en La filosofía política en el pensamiento de Octavio Paz señala que en 1938 Paz regresó a México y ese año apareció la revista Taller, donde publicó varios artículos, hasta que dejó de publicarse la revista en 1941. Paz, a su regreso de Europa, también participó en la fundación del periódico El Popular (1937-1939), que estuvo a favor de la izquierda mexicana y la República española, aunque presentó una actitud crítica (Arriola, 2008: pp. 47-48).

Debido a que Stalin y la Unión Soviética se habían convertido en aliados de Hitler, en 1939 hubo una pequeña crisis en la identidad de la izquierda mexicana y Paz dejó de participar en El Popular: “Más que un rompimiento fue un alejamiento: dejé el periódico y dejé de frecuentar a mis amigos comunistas. La oposición entre lo que pensaba y lo que sentía era ya más ancha y más honda”. Paz aclaró en Itinerario que, entre 1938 y 1939, también dejó de colaborar en la revista Futuro porque no quería escribir en contra de sus ideales y le habían solicitado un editorial donde “objetivamente” explicara que Trotski y sus colaboradores participaban con los nazis (Paz, 1994: pp. 66-69). En 1943, Paz colaboró en la revista El hijo pródigo porque amaba la libertad y la verdad, como puede notarse en su artículo: “La mentira de México” (Arriola, 2008: pp. 49-50).

Discusión con Neruda

Octavio Paz hasta antes de los treinta años tuvo amistades con algunos escritores latinoamericanos, entre los que sobresalió Pablo Neruda quien recibió el premio Nobel de literatura en 1971. La amistad con Neruda resulta importante para comprender la oposición de Paz a la poesía política porque el poeta chileno lo invitó al Congreso Antifascista en 1937 (Plimpton, 2003: p. 87).

Pablo Neruda también recordó ese encuentro y lo contó de forma un poco despectiva, porque antes del Congreso Paz era un desconocido: “En cierto modo me sentía orgulloso de haberlo traído. Había publicado un solo libro que yo había recibido hace dos meses y que me pareció contener un germen verdadero. Entonces nadie lo conocía” (Neruda, 1983: p. 183).

Ese encuentro, años después, se convirtió en enemistad por perspectivas opuestas sobre el compromiso en la literatura. Paz y Neruda tuvieron un par de desencuentros, como en 1941, cuando casi existió una pelea entre ellos porque Paz publicó el poema de Alberti “Del pensamiento en un jardín” en Taller y a causa de la selección para la antología de poesía española Laurel. Neruda fue un difusor del socialismo y en una reunión insultó a Paz y a los autores de la antología Laurel por los poemas que escogieron (Vizcaíno, 1993: p. 74). Posteriormente, en 1942, casi se pelearon a golpes porque Paz rompió con el marxismo y el mexicano explicó la situación:

Era 1942. Yo había roto con el marxismo. Mi ruptura y mis críticas dolieron mucho a Neruda y a Rafael Alberti. Ellos habían apostado mucho por mí. Más Neruda. Y aquella noche, Pablo se levantó y en el tono de voz de quien está algo ebrio me dijo, mirando al cuello blanco de mi camisa: -Así de blanca era tu conciencia, Octavio. Así era. Hoy no eres más que un hijo de la tiznada. -Me dijo peor. Me ofendió la madre. Yo lo rechacé. Le menté la madre. Y lo reté a trompadas […] Neruda, muy borracho, siguió insultándome. Y yo a él. Y conste que lo quería muchísimo. Pero no podía tragarme sus ofensas (Rodríguez Ledesma, 1996: pp. 76-77).

Diplomacia en el extranjero

Rodríguez Ledesma menciona que Octavio Paz salió de México a finales de 1943 y regresó nueve años después por lo que ese viaje lo marcaría por el resto de su vida debido a que lo ayudó a definir su posición intelectual (Rodríguez Ledesma, 1996: p. 77). Arriola señala que en 1943 Paz se fue a vivir a Estados Unidos gracias a una beca Guggenheim ganada con su proyecto “América y su expresión poética”. Esa estancia le permitió conocer a los grandes poetas de la lengua inglesa. Además, durante esta estancia conoció la cordialidad ante la vida y reconoció que en Estados Unidos había vuelto a nacer (Arriola, 2008: pp. 49-50).

En Pasión crítica¸ Paz opinó que su temporada en San Francisco no fue fácil, pero fue muy significativa por la libertad que respiró y porque ahí inició su camino en la poesía (si es que hay caminos en poesía) (Paz, 1990: p. 73). Por otra parte, Paz esclareció cómo fue su vida en Estados Unidos de 1943 a 1944 porque consideraba que fueron años ricos poética y vitalmente, pero el intercambio de ideas políticas era muy escaso. En 1944 asistió a la fundación de las Naciones Unidas en San Francisco y presenció las primeras discusiones entre las democracias occidentales y los soviéticos. Era el inicio de la Guerra Fría, por lo que no se hablaba sobre revoluciones sino sobre el reparto del mundo (Paz, 1994: pp. 75-78).

Andrés Ordoñez explica en Devoradores de ciudades. Cuatro intelectuales en la diplomacia mexicana que Paz recibió la beca Guggenheim para desarrollar su proyecto de estudios poéticos durante un año en la Universidad de Berkeley, California. La beca inició en diciembre de 1943 y terminó al año siguiente. Como a Paz le fue negada una prórroga por razones administrativas decidió incorporarse al servicio exterior mexicano (Ordóñez, 2002: pp. 211-213).

El 3 de octubre de 1944, Paz ingresó formalmente al servicio exterior mexicano, como ‘canciller de tercera’, es decir, en el rango más modesto de la rama administrativa-secretarial y trabajó en los con-sulados de Nueva York y San Francisco (Ordóñez, 2002: pp. 213-214). El escritor mexicano explicó las circunstancias que lo condujeron a la carrera diplomática:

Por casualidad y gracias a dos amigos: Francisco Castillo Nájera y José Gorostiza. El primero había sido amigo de mi padre y había participado como él, en la Revolución Mexicana. Lo nombraron ministro de Relaciones Exteriores y me ofreció ingresar en el servicio diplomático. Yo en aquellos días vivía con mucha dificultad y pobrezas en Nueva York, de modo que acepté desde luego (Paz, 1990: pp. 71-72).

Gabriel García Márquez (1927-2014)

Gabriel García Márquez (ganador del premio Nobel de literatura en 1982) empezó casi al mismo tiempo en los mundos de la literatura y el periodismo. En su autobiografía Vivir para contarla narró cómo empezó a trabajar en 1948 como periodista de El Universal cuando se mudó a Cartagena y su columna se llamaba “Punto Aparte”. En 1950 publicó su primera nota en la página editorial de El Heraldo de Barranquilla. Posteriormente, tuvo una columna titulada “La Jirafa” donde se mostraba sensible a la cultura popular. García Márquez explicó la importancia de su trabajo como periodista para su obra narrativa (García Márquez, 2002: pp. 433-469).

Durante sus primeros años laborales su actividad periodística fue constante y en diversos medios. En 1950, junto a sus amigos de Barranquilla, fundó Crónica (revista deportivo-literaria). En 1951 dirigió el diario Comprimido y, dos años después colaboró en El Nacional de Barranquilla (Cobo, 1997: pp. 198-199).

Gerald Martin en su biografía sobre el escritor colombiano señala que García Márquez fue testigo en Bogotá de una crueldad del régimen militar, lo que lo llevó a comprometerse con el socialismo y como resultado publicó algunos reportajes políticos (Martin, 2009: p. 203). En 1954, su amigo Guillermo Cano, director de El Espectador, invitó a colaborar en el periódico a García Márquez como comentarista cinematográfico, reportero y cronista (Cobo, 1997: pp. 199).

Guillermo Cano fue quien consiguió la entrevista en 1955 con el único sobreviviente del buque Caldas de la Armada Nacional, la cual se convirtió en un reportaje con mucho éxito en Colombia y que años después fue publicada con el nombre de Relato de un náufrago. (García Márquez, 2002: pp. 509-565). Esta entrevista con el único sobreviviente (un marinero de la armada colombiana) fue publicada en catorce fragmentos en El Espectador y, debido al éxito, se reeditó toda la historia, con lo que se aseguraba que era el mayor tiraje publicado por un periódico colombiano (Martin, 2009: pp. 208-209).

Ese año, el hermano de Guillermo, Luis Gabriel Cano, decidió enviar a García Márquez como enviado especial de El Espectador a la Conferencia de los Cuatro Grandes en Ginebra. En lugar de quedarse dos semanas, se quedó casi dos años en Europa (García Márquez, 2002: pp. 575-577).

Obra literaria

Cobo Borda en Para llegar a García Márquez señala que el Nobel colombiano en 1947 publicó sus primeros cuentos en el suplemento de El Espectador: “Eva está dentro de su gato” y “La tercera resignación”. De 1947 a 1950 redactó los cuentos: “Amargura para tres sonámbulos”, “Diálogo del espejo”, “La otra costilla de la muerte” y “Ojos de perro azul”. En 1952, escribió “Nabo, el negro que hizo esperar a los ángeles” y “Alguien desordena estas rosas”. Posteriormente, en 1954 ganó el Primer Lugar de la Asociación de Escritores y Artistas de Colombia, con el cuento “Un día después del sábado” (Cobo, 1997: pp. 196-200).

Respecto a sus novelas, en 1950 comenzó a escribir la primera bajo el título provisorio de La casa. Sin embargo, dejó ese proyecto en 1952 para enfocarse en La hojarasca que envió a la Editorial Losada de Buenos Aires, aunque el editor no aceptó publicarla. A pesar de las dificultades, casi tres años después, en mayo de 1955 consiguió publicar La hojarasca. Posteriormente, en 1956 escribió otra novela, de la cual surgieron La mala hora y El coronel no tiene a quien le escriba (Cobo, 1997: pp. 196-200).

García Márquez afirma en Vivir para contarla que la entrevista al único sobreviviente del destructor Caldas de la Armada Nacional, fue larga, minuciosa y duró tres semanas, para después convertirse en un reportaje de catorce capítulos y el primero fue publicado el 5 de abril de 1955. Debido a las altas ventas del periódico se decidió agregar seis capítulos más. Quince años después, ese reportaje fue publicado con el título de Relato de un náufrago (García Márquez, 2002: pp. 561-572).

Viaje a Europa

Cobo Borda en Para llegar a García Márquez explica su viaje en Europa en 1955 a partir del 15 de julio como corresponsal de El Espectador, en la Conferencia de los ‘Cuatro Grandes’ en Ginebra, Suiza (Cobo, 1997: p. 199). García Márquez llegó por primera vez a Europa para cubrir un evento político, pero sus artículos sobre la Cumbre en Ginebra muestran sus intereses narrativos: “Ginebra mira con indiferencia la reunión”, “Los 4 grandes en Tecnicolor”, “Los cuatro alegres compadres”, “Mi amable cliente Ike” y “La auténtica torre de Babel” (Martin, 2009: pp. 217-218).

Después de Ginebra se dirigió a Viena, Checoslovaquia y Polonia porque consiguió una invitación al Congreso Internacional de Cine (Varsovia). No obstante, sus crónicas sobre esos viajes fueron publicadas cuatro años después. En Roma, García Márquez estudió un curso de dirección cinematográfica, pero se aburrió en poco tiempo y abandonó las clases. En diciembre de 1955 García Márquez decidió mudarse a París, donde permaneció casi dos años exactos (Martin, 2009: pp. 224-230).

Gerald Martin afirma que en diciembre de 1955 García Márquez se mudó a París y estuvo viviendo en un hotel barato conocido entre los viajeros latinoamericanos, el Hotel de Flandre. Al llegar se puso en contacto con Plinio Apuleyo Mendoza, a quien había conocido fugazmente en Bogotá antes del alzamiento popular de 1948. Enero y febrero de 1956 los pasó en compañía de Plinio Apuleyo (Martin, 2009: pp. 231-232).

En enero de 1956 Rojas Pinilla ordenó cerrar El Espectador y García Márquez dejó de recibir los cheques de su trabajo, por lo que desde principios de febrero ya no podía pagar su hotel en París. En febrero de 1956 surgió el nuevo diario El Independiente y el primer artículo que publicó ahí García Márquez fue el 18 de marzo. Cuando El Independiente cerró, en lugar de enviarle a García Márquez su salario que le debían le enviaron un boleto de regreso a Colombia y García Márquez lo cambió por dinero. No estaba preparado para regresar a Colombia, quizá por su relación con la española Tachia y porque en París tenía más tiempo para escribir sus novelas (Martin, 2009: pp. 232-241).

Después de que Tachia se marchó de su vida, García Márquez se quedó solo con su novela El coronel no tiene quien le escriba que se sitúa también en 1956. Gerald Martin explica algunos elementos que remiten a su relación con Tachia en El coronel no tiene quien le escriba, pero sobre todo resultan muy interesantes las características que recuerdan a ellos en el cuento: “El rastro de tu sangre en la nieve”. A finales de 1956 terminó de escribir El coronel no tiene quien le escriba, aunque está fechada en “enero de 1957” (Martin, 2009: pp. 246-250).

El propio García Márquez aceptó la relación que mantiene con el coronel de su novela: “Yo sé lo que es esperar el correo y pasar hambre y pedir limosna: así terminé en París El coronel no tiene quien le escriba, que soy un poco yo mismo” (Martin, 2009: 253). Por último, García Márquez le comentó a Gerald Martin que 1956 fue muy importante emocionalmente: “Me ocupé sobre todo de mis emociones, de mi mundo interior; viví experiencias y construí un mundo personal. La mayoría de los latinoamericanos se cultivan cuando van a Europa, pero yo no hice nada de eso” (Martin, 2009: p. 269).

Por otra parte, Cobo Borda explica que García Márquez viajó en 1957 a Alemania y la URSS en compañía de Plinio Apuleyo Mendoza. Fueron a la Unión Soviética, para asistir al VI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, celebrado en Moscú (Cobo, 1997: p. 200). Esteban y Panichelli también mencionan en Gabo y Fidel. El paisaje de una amistad este viaje por los países comunistas. García Márquez a partir de estas experiencias publicó una serie de artículos titulada “La cortina de Hierro”, donde expresaba su desacuerdo con lo que ocurría allá. Regresaron decepcionados porque el socialismo que habían encontrado no se parecía al socialismo que ellos buscaban (Esteban y Panichelli, 2004: p. 35).

Gerald Martin cuenta que fueron a Leipzig (Alemania) para entrevistarse con estudiantes comunistas latinoamericanos, aunque no coincidían con el socialismo que les impusieron. Apuleyo Mendoza y García Márquez buscaban respuestas, pero lo que vieron los dejó decepcionados sobre el socialismo. García Márquez se llevó una impresión negativa y llegó a la conclusión de que era un espacio impredecible donde todo estaba manipulado. Unas semanas después, amigos de Leipzig y Berlín que iban a viajar al VI Congreso Mundial de la Juventud que se celebraba en Moscú, ayudaron a García Márquez y a Plinio Apuleyo para que consiguieran sus visas porque anteriormente García Márquez había tratado de obtener un visado para Moscú y se lo habían negado cuatro veces. Viajaron treinta horas: de Berlín a Praga, luego a Bratislava, Eslovaquia, Hungría, Ucrania, Kiev y por último a Moscú (Martin, 2009: pp. 255-260).

La primera impresión de García Márquez sobre Moscú fue negativa porque creía que se trataba de “la aldea más grande del mundo”. Se dio cuenta de las incongruencias en la repartición de la riqueza en la URSS, y que su prioridad no era la población rusa. García Márquez y sus compañeros casi no asistieron Festival de la Juventud para pasar las dos semanas explorando Moscú y Stalingrado. Por ello, fue significativo que la única persona que habló mal de Stalin fue una anciana. A García Márquez le parecía que las riquezas estaban mal repartidas y le sorprendió no observar señales de odio hacia Estados Unidos, en contraste con lo que ocurría en América Latina. A pesar de todo, se llevó una impresión favorable y simpatizó con la Unión Soviética, pero no intentó ocultar los puntos negativos que había detectado (Martin, 2009: pp. 259-265).

Después de ese viaje por los países comunistas, casi a finales de 1957, García Márquez se mudó a Londres donde pensaba quedarse mucho tiempo. Su plan era publicar artículos en la revista venezolana Momento (Plinio Apuleyo era director) y en El Independiente; pero solamente publicó dos: “Yo estuve en Rusia” y “Yo visité Hungría”. Fue difícil vivir en Londres porque no tenía mucho dinero, no hablaba inglés y no tenía contacto con latinoamericanos, por lo que no se dedicó a escribir La mala hora, como lo tenía planeado, sino cuentos que surgieron de ella y fueron recopilados en Los funerales de la Mamá Grande. A finales de 1957, García Márquez recibió una oferta de trabajo con el jefe de Plinio Mendoza en la revista Momento de Caracas y llegó a Venezuela en diciembre, dando por concluido su primer viaje a Europa (Martin, 2009: pp. 266-270).

Mario Vargas Llosa (1936- )

Mario Vargas Llosa, ganador del premio Nobel de literatura en 2010, también empezó casi al mismo tiempo en los mundos de la literatura y el periodismo, como sucedió con García Márquez. Vargas Llosa en el capítulo VII de su autobiografía El pez en el agua, aborda su tiempo como periodista en La Crónica y afirma que durante tres meses en 1952 fue la primera y última vez que hizo vida bohemia (Vargas Llosa, 2005).

José Miguel Oviedo en Mario Vargas Llosa la invención de una realidad señala que Vargas Llosa empezó a trabajar a los 16 años como columnista en el diario La Industria. Ahí también inició su historia literaria con una obra teatral llamada La huida del Inca, inspirada en un tema indígena. Durante esa época Vargas Llosa tuvo trabajos diversos: redactor de noticias en una radio o registrador en el Cementerio de Lima. Su vida económica se complicó aún más cuando se casó con su tía Julia Urquidi a la edad de 18 años. Algunos amigos lo ayudaron con su situación económica, entre ellos, el doctor Raúl Porras Barrenechea, quien le dio algunos trabajos (Oviedo, 1982: pp. 25-26).

A los 19 años colaboraba frecuentemente en revistas y periódicos con: artículos en Turismo y Cultura Peruana, narraciones en Mercurio Peruano y El Comercio (suplemento dominical). Redactaba crónicas sensacionalistas en Extra y notas políticas en la hoja partidaria Democracia bajo el seudónimo: “Oiram”. En París le fue reconocida esta experiencia en medios de comunicación cuando estaba buscando empleo desesperadamente, hasta que lo encontró como periodista en los programas para el mundo de habla española en la radio y televisión francesa (Oviedo, 1982: pp. 26-31).

Obra literaria

Vargas Llosa inició muy joven su carrera como escritor porque a los 15 o 16 años escribió y puso en escena la obra de teatro La huida del Inca (Roldán, 2012: p. 123). Tiempo después, ganó un concurso de cuento que lo llevó a viajar a París y a profundizar en sus aspiraciones literarias por lo que este evento cambió la vida del joven Vargas Llosa.

En 1958, Vargas Llosa participó en un concurso de cuentos en Perú (Revue Française), resultó ganador con “El desafío” y el premio fue un viaje corto a París. En la edición original de su obra Los jefes, Vargas Llosa tituló al cuento: “Arreglo de cuentas”. El primer premio literario que obtuvo le permitió visitar París durante un mes con las ventajas de ser invitado de honor y quedó convencido que debía volver a Europa, pero a estudiar y a escribir seriamente. Al siguiente año, Vargas Llosa recibió el premio Leopoldo Alas con su obra Los jefes, que fue publicado en 1959 en Barcelona (Oviedo, 1982: pp. 26-27).

En 1962 el escritor peruano publicó La ciudad y los perros, una novela ambientada en el Colegio Militar Leoncio Prado, donde Vargas Llosa estudió. Ahí, adolescentes y jóvenes internos estudian la escuela secundaria con una fuerte disciplina militar. Se narran las historias de adolescente que aprenden a convivir con una forma de vida que no les posibilita desarrollarse como personas porque se les humilla y somete. El final de la novela muestra que el Colegio Militar fue una estación de paso para los protagonistas y los formó o deformó, para que se adapten a la sociedad. En 1964 Vargas Llosa realizó una visita a la selva peruana y a Lima. Ahí, escribió su novela La casa verde que fue publicada dos años después en Barcelona en la editorial Seix Barral (Oviedo, 1982: pp. 38-41). La casa verde tuvo un impacto muy positivo para el escritor peruano porque con ella obtuvo el Premio de la Crítica y al siguiente año recibió el Premio de Literatura Rómulo Gallegos (Roldán, 2012: p. 123).

Viaje a Europa

En el capítulo XIX de su autobiografía El pez en el agua, Vargas Llosa narra cómo empezó todo el concurso literario en 1957 y su viaje a París en enero 1958. De manera general, cuenta su viaje a París y el regreso a Lima. Al respecto, Julio Roldán en Vargas Llosa, Entre el mito y la realidad explica que en 1958 el escritor peruano estuvo en Madrid y París. En esa época militaba en la Democracia Cristiana y tenía amistad con su exprofesor y empleador, Raúl Porras Barrenechea, quien era ministro de Relaciones Exteriores (Roldán, 2012: p. 278).

En 1958 viajó a Madrid para estudiar un doctorado en la Universidad Complutense, pero Vargas Llosa terminó la tesis doctoral en 1971 y no en 1959 como estaba planeado. No obstante, lo más importante para el escritor fue que consiguió vivir en París. A finales de 1959, cuando terminó sus estudios doctorales inició una gestión ante Porras Barrenechea quien lo apoyó para su estancia en París. (Oviedo, 1982: p. 28). En 1960 se mudó definitivamente por varios años a París, y desde ahí realizó viajes a Cuba donde escribió artículos que después publicó en París (Castro-Klaren, 1988: p. 24).

Oviedo señala que al inicio la estancia de Vargas Llosa en París fue difícil, estuvo en diferentes trabajos, entre ellos en la escuela Berlitz y en la sección española de la Agencia France Presse. Hasta que consiguió un buen trabajo en la radio y televisión en París se olvidó un poco de los problemas económicos, y se pudo dedicar a escribir su novela durante las noches. Su trabajo en la televisión y radio francesa le ayudó a conocer, entrevistar y hacer amistad con los escritores latinoamericanos más reconocidos de esos años: Fuentes, Cortázar, Asturias, Borges, Carpentier, entre otros (Oviedo, 1982: pp. 30-33).

Durante la primera parte de los años sesenta, los artículos que escribió Vargas Llosa en París presentan tanto un compromiso con la revolución y el socialismo, como una crítica político-social. Ahí, el joven peruano: “denunciaba al sistema capitalista y su expresión político-social, el Estado y la burguesía, como los causantes de los terribles males que padecen los pueblos” (Roldán, 2012: p. 280).

En 1964 comenzaron las colaboraciones de Vargas Llosa en la revista cubana Casa de las Américas y fue el año de la consagración narrativa alrededor de la revista, porque en el número 26 publicaron a Rulfo, Cortázar, Fuentes, Vargas Llosa y Donoso, entre otros (Gilman, 2003: p. 89). Un año después, en 1965, Vargas Llosa también colaboraba en otras revistas latinoamericanas como Expreso (Lima), Primera Plana (Buenos Aires) y Marcha (Montevideo) (Oviedo, 1982: p. 40).

Como parte de sus vínculos con Cuba y la Revolución durante los años sesenta, en 1965, Vargas Llosa realizó un viaje a la isla como miembro del con-sejo de redacción de la revista Casa de las Américas y jurado del Premio Casa de las Américas (Esteban y Gallego, 2009: p. 53). En 1966, en compañía de Cortázar viajó a Cuba, como se observa en una carta de Cortázar escrita en París en diciembre de 1966. El escritor argentino señala que le gustaría viajar con Vargas Llosa porque ambos están felices de ir a la isla cubana y así tendrían muchas horas para conversar. Cortázar le agradece el ejemplar que le envió de La casa verde y menciona que podrían comentar su libro como hicieron tiempo atrás con Rayuela (Bensoussan, 2003: p. 139). Ese año (1966), Vargas Llosa y su esposa se mudaron a Londres porque él había conseguido un trabajo como profesor de literatura hispanoamericana en Queen Mary College. Un testimonio de su experiencia en Londres son sus crónicas en el quincenario Caretas de Perú (Oviedo, 1982: p. 41).

Los artículos seleccionados que se presentan a continuación pertenecen hasta 1966, cuando Vargas Llosa cumplió 30 años y es interesante que su crítica político-social (retomando a Sartre y a Camus) y su apoyo a la Revolución cubana lo manifestó en sus artículos hasta que llegó a vivir a París. Los artículos son: Sartre y el marxismo” (1965), “Camus y la literatura” (1965), “Los otros contra Sartre” (1964), “Homenaje a Javier Heraud” (1963), “Crónica de la revolución” (1962) y “En Cuba, país sitiado” (1962) (Vargas Llosa, 1983).

Conclusiones

Como pudo observarse en este artículo, los viajes al extranjero de Octavio Paz, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa les sirvieron para ampliar sus horizontes. Estas travesías influyeron sus ideas y respeto por la libertad. A ellos les tocó vivir una etapa muy politizada debido al contexto de revoluciones y Guerras en la primera mitad del siglo XX. En los tres escritores seleccionados para este artículo pueden encontrarse elementos latinoamericanos en sus obras, búsqueda de libertad, universalidad y respeto por las diversas culturas; lo que permite asociarlos con el cosmopolitismo de la primera mitad del siglo XX.

Ellos actuaron como ciudadanos del mundo y, en su búsqueda de la verdad, se interesaron por problemáticas que los marcaron ideológica, política e intelectualmente. Algunos ejemplos fueron la participación de Octavio Paz en el Congreso antifascista de 1937 y las críticas que recibió por parte de los escritores comunistas y Pablo Neruda. Esta situación marcó a Paz y a partir de ese momento comenzó a alejarse de la izquierda y a enfocarse en su poesía. En García Márquez se puede observar lo significativo de su viaje en Europa de 1955 a 1957 para su creación literaria, así como la importancia de su viaje por los países comunistas para su trabajo posterior como periodista y sus ideas políticas. Por último, en el caso de Vargas Llosa resultó esencial su etapa en París en su desarrollo cosmopolita como escritor e intelectual, prueba de ello fueron sus ensayos sobre Sartre y Camus.

Para concluir me gustaría retomar el discurso de Vargas Llosa durante la recepción del premio Nobel para mostrar la visión del peruano sobre el cosmopolitismo (y que también se puede asociar al cosmopolitismo de Paz y García Márquez). Este discurso se titula: “Elogio de la lectura y la ficción” y en él afirmó que se sentía ciudadano del mundo y que nunca se sintió extranjero en Europa. De niño soñaba con ir a París deslumbrado por la literatura francesa y vivió ahí en la década de 1960 cuando Sartre y Camus estaban vivos y escribiendo. A pesar de todo, Vargas Llosa reconoció que en Francia lo que realmente descubrió fue a América Latina… con sus ideas, fantasías literarias y formas artísticas que trascendían lo pintoresco por medio de un lenguaje universal (Fundación Nobel 2010).

Notas al pie:
  • 1

    Debido a la extensión del artículo no es posible analizar etapas posteriores en las ideas sociopolíticas y cosmopolitas de los escritores seleccionados, como la ruptura de Vargas Llosa con la Revolución cubana y Casa de las Américas a causa del caso Padilla.

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Historial:
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