Resumen

El objetivo principal del artículo es señalar el rol que tienen las familias en la construcción de las masculinidades de jóvenes estudiantes varones de la Universidad Nacional de Córdoba. Para ello, en el trabajo de investigación cualitativa, se analizaron veinte entrevistas semiestructuradas pertenecientes a varones de carreras feminizadas y masculinizadas. Se construyeron tres categorías teóricas: alientos familiares a la masculinidad hegemónica; la distribución de roles al interior del hogar y espacios excluyentes por géneros. Se encontró así, que las familias cumplen un rol protagónico al momento de transmitir los mandatos de la masculinidad hegemónica.

Abstract

The main objective of the article is to point out the role that families have in the construction of the masculinities of young male students at the National University of Córdoba. To do this, in the qualitative research work, twenty semi-structured interviews belonging to men from feminized and masculinized careers were analyzed. Three theoretical categories were constructed: family encouragements to hegemonic masculinity; the distribution of roles within the home; and gender-exclusive spaces. Thus, it was found that families play a leading role in transmitting the mandates of hegemonic masculinity.

Palabras Claves:
    • masculinidades;
    • varones;
    • familia;
    • socialización;
    • género.
Keywords:
    • masculinity;
    • men;
    • family;
    • socialization;
    • gender.

Introducción

El presente artículo nace como producto de un trabajo de tesis, del año 2017, para la Licenciatura en Psicología por la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.i En dicha investigación nos preguntábamos sobre los Significados de Ser/hacerse Varón para los jóvenes estudiantes de la UNC. Parte de ese interrogante fue el papel que ocupan las familias, en tantos agentes de socialización primordial de los sujetos, en la construcción de tales significados.

Considerando al feminismo como el precedente fundamental de los estudios de género, tomo los aportes que diferentes autores/as hacen en relación al estudio de las masculinidades con el objetivo de generar transformaciones en los dinamismos de poder para acceder a organizaciones socio-culturales más democráticas, cuestionando fuertemente el determinismo biológico que sirvió para legitimar el régimen patriarcal.

Concuerdo con Cazés (1996) cuando señala la importancia de la presencia creciente de varones que buscamos comprender nuestra condición y nuestras situaciones de vida desde la óptica y la experiencia de quienes, como género, somos portadores de la opresión; planteándose hoy como elemento importante para el desarrollo académico y político de los estudios de género (Cazés, 1996).

En ese sentido, la filósofa existencialista Simone de Beauvoir hace ya algunos años escribió en su obra El segundo sexo, “mujer [varón] no se nace, se hace” y con esta frase se inaugura una forma de pensar dentro del movimiento feminista. Con esto hacía alusión a que la llamada “condición femenina” es fruto de la socialización a la que nos vemos inmersos los seres humanos. Nacemos con un sexo biológico y azarosamente asignado, pero a esta contingencia se añade que somos “varones” o “mujeres” principalmente por ser el producto de un complejo entramado socializador. La socialización de este modo puede ser pensada como el proceso mediante el cual la sociedad transforma un ser biológico en un sujeto social (Lahire, 2007). Asimismo, en dicho entramado socializador no podemos dejar de lado el rol constructivo y protagónico de los sujetos, con sus aspectos cognitivos y emocionales; el papel de los procesos interactivos e intersubjetivos, con niveles más horizontales y verticales, en este universo simbólico y cultural; y por último nos interesa pensar la pluralidad de identidades en juego, teniendo como protagonista al conflicto como horizonte esperable. De esto se desprende una forma de pensar a los sujetos en constante lucha entre la apropiación y resistencia a las normas culturales (Paulín y Tomasini, 2012). Así pues, la familia, las instituciones escolares, el nivel socioeconómico, la etnia, la religión, los mensajes de la cultura, entre otras, marcarán un rumbo en la construcción de las identidades masculinas y femeninas.

La institución familiar aparece como una instancia clave en la construcción de estas identidades masculinas. Así observamos que la internalización de las pautas culturales asignadas a uno y otro sexo se manifiesta en la interacción con otros sujetos, apropiándose de roles y actitudes conformando su identidad. Se establece de este modo la base para la comprensión de los semejantes y para la comprensión del mundo en tanto realidad significativa y social. Haciendo un análisis profundo de la sociedad como realidad subjetiva, Berger y Luckman clasifican la socialización en primaria y secundaria:

La socialización primaria es la primera por la que el individuo atraviesa en la niñez, por medio de ella se convierte en miembro de la sociedad. La socialización secundaria es cualquier proceso posterior que induce al individuo ya socializado a nuevos sectores del mundo objetivo de su sociedad”. (Berger y Luckman, 1968, p. 166).

De manera que, en la socialización primaria, que en nuestro medio socio cultural es esencialmente familiar, el/la niño/a en dependencia afectiva a sus otros significantes, internaliza los acontecimientos significativos que lo/la rodean para de este modo comprender a sus semejantes y al mundo; fenómeno que será luego definido por reciprocidad, es decir, este mundo que compartimos ahora también es mío.

Por su parte la socialización secundaria se define por la internalización de roles específicos y de “submundos institucionales”. Estos submundos contrastan en mayor o menor medida con los adquiridos en la socialización primaria. En este sentido, al nacer los seres humanos somos diferenciados por nuestra genitalidad. Así se corresponderán roles, actitudes, creencias, prácticas y deseos opuestos a uno y otro sexo.

Se definirá lo masculino y lo femenino dependiendo del contexto histórico y social en el que emerjan. Por ello, la socialización de género es un proceso específico por el cual la persona recién nacida es “moldeada” a ser varón o mujer adquiriendo las características, que, según la ideología dominante, le corresponden a su sexo.

Las subjetividades generizadas se irán construyendo mediante la permanente formación de nuestros otros significativos en relación con los grupos sociales a los que pertenece. De esta manera nos imponen una definición de nosotros/as mismos/as, de cómo debemos ser, pensar, sentir, y hasta cómo debemos relacionarlos con las personas que nos rodean.

Asimismo, vemos qué hacen las mujeres y varones en sus hogares, en qué trabajan y qué espacios habitan, quién decide sobre el hogar, etc. Planteado así, se puede pensar que el proceso de socialización se manifiesta de una forma violenta ya que, atendiendo a los varones, observamos cómo se reprimen en los varones emociones que son inherentemente humanas pero que son asignadas a las mujeres, como así también se inducen formas de relaciones con las mujeres que se caracterizan por la agresión física, sexual y psicológica.

Así, surgen los siguientes interrogantes: ¿cuál es el papel que juega la familia en la construcción de la masculinidad hegemónica?, ¿ven, estos jóvenes, alientos familiares hacia el rol de proveedor y protector? ¿son sus prácticas sexuales consecuencias de un empuje familiar hacia la heterosexualidad?, ¿qué importancia adquieran las figuras masculinas en la transmisión de los mensajes hacia dicha subjetividad generizada?, ¿qué relación existe entre la condición orgánica y la subjetividad masculina?

Estrategia metodológica

El presente trabajo se abordó desde una metodología de investigación cualitativa. Es decir, se estudió de qué manera los participantes le dan sentido a acontecimientos y comportamientos y cómo su comprensión supone formas de saber-hacer y prácticas sociales. Así pues, la investigación cualitativa nos da la posibilidad de comprender el contexto en el que están inmersos los participantes. De este modo, se entiende cómo se configuran estos acontecimientos, las acciones y los significados, por la circunstancia en la que ocurren. Asimismo, la comprensión de los procesos por los cuales tienen lugar las acciones y los hechos que nos interesan, hace posible un abordaje del objeto de estudio desde una perspectiva holística, sin la necesidad de reducir los escenarios y los grupos a variables (Rodríguez Gómez, Gil Flores, y García Jiménez, 1996).

En ese sentido abordamos, desde un enfoque metodológico de investigación cualitativa, el papel que adquiere la institución familiar, de los jóvenes varones que estudian determinadas carreras de la Universidad Nacional de Córdoba en su construcción sexo-genérica.

En la investigación se trabajó con veinte jóvenes varones estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba, pertenecientes a diferentes unidades académicas. La decisión de que se trate de estudiantes universitarios se relaciona, por un lado, con la comprensión de la universidad como un espacio de socialización que favorece, crea y reproduce estereotipos de género que no escapan a los conocidos y practicados por el resto de la sociedad.

Así pues, la dimensión comparativa que decidimos incluir fue de los “territorios masculinos” y “territorios femeninos” en función a su elección de carrera universitaria. Con esto nos referimos al modo en que varones y mujeres se condensan en ciertos sectores y oficios en función de las expectativas dominantes de las normas de género. Y que existe un marcado consenso al escrutar la concentración de hombres y mujeres en determinadas carreras universitarias.

Además, adherimos al criterio estadístico expuesto por las autoras Rodigou Nocetti y otras (2011), a la hora de calificar a una carrera, considerando una relación 60% - 40% para definir si es una carrera “masculinizada” (en el que caso de que la población estudiantil de la carrera se constituya por el 60% o más de varones), “feminizada” (donde el porcentaje de mujeres en la carrera sería del 60% o más) o “paritaria” (en caso de que los porcentajes entre varones y mujeres no representen estas diferencias). Por lo anteriormente dicho, se buscó entrevistar a estudiantes pertenecientes a carreras “típicamente femeninas” -Trabajo Social y Psicología-; y por otro lado, estudiantes de las carreras “típicamente masculinas” -Ingeniería en Computación y Agronomía-. Según los datos del Anuario Estadístico de la Universidad Nacional de Córdoba del año 2012, los porcentajes estudiantiles correspondientes a las carreras seleccionadas de acuerdo al sexo son: 72,4% de varones y 27,6% de mujeres, para Ingeniería Agronómica; 89% de varones y 11% de mujeres para Ingeniería en Computación, 11,5% de varones y 88,5% de mujeres, para Lic. En Trabajo Social; 21,3% de varones y 78,7% de mujeres, para Lic. En Psicología (Rodigou Nocetti, Blanes, Burijovich y Domínguez, 2011).

Es relevante señalar que para la selección de los veinte casos que habíamos entrevistado, en el transcurso de tres meses, nos basamos en contactos personales con algunos estudiantes y luego en la técnica de “bola de nieve”, por medio de la cual los entrevistados nos pusieron en comunicación con otros estudiantes de interés para nuestra investigación.

En el trabajo optamos por la entrevista en profundidad como instrumento para el relevamiento de los datos de interés; por lo que nos parece relevante explayarnos en consideraciones relativas a dicha técnica. La entrevista, en tanto relación social por medio de la cual se obtienen verbalizaciones y material de tipo discursivo, es una de las herramientas más pertinentes en el difícil proceso de acceder a las significaciones de los actores (Guber, 2004). Según Alonso (1995, citado en Valles, 2007), este instrumento consiste en procesos comunicativos que permiten la recolección de datos por parte del investigador; teniendo en cuenta que tal contenido está presente en la biografía de la persona entrevistada, lo cual implica que la información recolectada ha sido experimentada y absorbida por el sujeto y que será proporcionada con una interpretación que, en muchos casos, resulta más interesante informativamente que la propia exposición cronológica de acontecimientos más o menos actuales. Según Valles (2007), el carácter abierto de la entrevista en profundidad permite la obtención de una gran riqueza informativa en las palabras y en los enfoques de las personas entrevistadas. Además, proporciona la posibilidad de clarificar y realizar un seguimiento de las preguntas y respuestas dentro de un marco de interacción más directo, y ofrece la posibilidad de una mejor comprensión de los datos obtenidos.

Para iniciar el proceso, primero se llevó a cabo un análisis preliminar de las entrevistas de la investigación. Durante la misma describimos los contextos en los que se realizaron, quienes fueron los estudiantes que entrevistamos, cómo llegamos a ellos, cómo fue el discurso que desplegaron a lo largo del trabajo, sobre qué temas se detuvieron particularmente para exponer sus posturas, qué frases nos llamaron la atención y cuáles fueron los devenires por los que transitó el dialogo entablado.

A continuación, las entrevistas desgrabadas y transcriptas fueron sometidas al análisis conocido como “Método de Comparación Constante” de Barney Glaser y Anselm Strauss (1967). Este método es un conjunto de guías y procedimientos que permite desarrollar conceptualizaciones de los datos de forma inductiva (Carrillo Pineda, Leyva Moral, Medina Moya, 2011). Según Soneira (2006), a través del mismo el investigador recoge, codifica y analiza los datos para generar teoría.

En este sentido, y en lo que a nuestro trabajo respecta, realizamos el análisis cualitativo mencionado empleando el programa computacional ATLAS. ti como herramienta de apoyo. Referimos a un instrumento de utilidad en el proceso de categorización, estructuración y teorización en tanto elemento de organización y análisis de lo más refinado que se ha ideado para buscar el sentido escondido que puedan tener las realidades complejas con las que se trabaje. Al tiempo que nos dio la posibilidad de editar, imprimir códigos, y unidades de análisis por separado relacionadas (Varguillas, 2006).

Resultados

Como se planteo al inicio del artículo las familias adquieren un rol importante en el proceso de socialización, y en particular en la construcción de la subjetividad masculina. Para dar cuenta de ello se construyeron tres categorías: Alientos familiares a la masculinidad hegemónica, la distribución de roles al interior del hogar y espacios excluyentes por géneros.

Alientos familiares a la masculinidad hegemónica

Con esta categoría nos referimos a las prácticas y discursos que utilizaron las familias de los entrevistados para direccionar en cómo deben pensar, hacer, sentir, imaginar y desear en tanto sujetos varones o que, según la ideología de género, se consideran masculinos.

En este grupo estudiado, lo anteriormente dicho corresponde a la forma positiva en que aparecen los alientos familiares, señalando lo que, sí hay que hacer, pero de manera complementaria se encuentran también los desalientos que refieren a lo que no hay que hacer para ser varón.

Para Badinter (1993) la subjetividad masculina, se construye por negación a tres premisas básicas. En primera instancia el sujeto debe apartarse de su madre “No soy un bebé”, luego y de manera fundamental, diferenciarse de las mujeres “No soy una niña”, y por último debe demostrar (se) que no desea a otros varones “No soy homosexual” (Badinter, 1993).

Considerando así los pilares de la subjetivad masculina, encontramos en nuestra investigación, que los encargados principales de transmitir estos alientos y desalientos son los varones de las familias, ocupando el padre el lugar principal, pero pudiendo ejercer esta función vicariamente abuelos, tíos o hermanos mayores.

De esta manera: división sexual del trabajo, las prácticas deportivas y destrezas físicas, conquistar mujeres, estética corporal y la violencia como defensa, son las distintas formas en que, según nuestra investigación, las familias de los entrevistados llevaron a cabo el proceso de diferenciación masculina.

Por otra parte, queremos indicar que entre tantos alientos hacia las formas típicas de ser varón encontramos algunas prácticas de “rupturas”. Es decir, aquellas formas de quiebre con los esquemas normativos en los procesos de socialización.

División sexual del trabajo

Así encontramos que mayormente las familias animaron a los entrevistados a la elección de trabajos típicamente masculinos, evidenciándose la vigencia del mandato proveedor que se pretende asuman los varones en el aliento a estudiar carreras como Ingenierías, por la representación social que estas portan:

  • ► En ese sentido influyó mi familia para que yo estudie esto y no sociología. (Alfredo, estudiante de Ingeniería en Computación).

  • ► Sí, lo típico es el trabajo en campo. Siempre se marcó [en la familia] que yo me iba a dedicar a trabajar en el campo. Además, en el caso del campo es obvio. Yo no me imagino a una mujer en el campo trabajando. (Guillermo, estudiante de Ingeniería Agronómica).

En esta cita podemos observar cómo se condiciona, desde la institución familiar, por un lado, a la renuncia de un deseo vocacional, y por otro a la naturalización de los trabajos esperados para uno y otro sexo.

Por el contrario, un estudiante de Trabajo social reconoce la importancia del aliento por parte de la madre para seguir esa carrera, típicamente femenina. Ella interrumpió su carrera de Prof. En Educación especial por su primer embarazo, y animaba a su hijo a que estudiara alguna carrera similar, en contradicción con lo que esperaba el padre en cuanto a trabajar para tener rédito económico inmediato.

  • ► No, mi mamá siempre me dijo que le gustaría que haya elegido algo parecido a ella, pero siempre me dijo que yo estudie lo que yo quiera y bueno, ella siempre fue así, que nunca se hubiera metido a decir “no, yo quiero que estudies, estudiá otra cosa que te dé más plata”, por decirlo, jamás, mi papa sí porque él quería que me ponga a trabajar y bueno tuve el ejemplo de mi hermana mayor y mi mamá. (Elio, estudiante de Licenciatura en Trabajo Social).

Un entrevistado de Ingeniería Agronómica señaló las valoraciones diferentes que hacía su familia entre varones y mujeres, estimulando a los primeros. A lo largo de la entrevista, su discurso tuvo connotaciones esencialistas.

  • ► Y, ahí el hecho de ser sociable, me han valorado. El hecho de que me conozca mucha gente. Cuando hago algo bueno se lo cuentan a mis abuelos y tíos. Pero cuando una mujer lo hace, no se corre mucho la bulla. (Carlos, estudiante de Ingeniería Agronómica).

Prácticas deportivas y destrezas físicas

En segundo lugar, observamos que no fueron menores los alientos a las prácticas deportivas y destrezas físicas que se suponen adecuadas para los varones. El fútbol aparece como una práctica central en la vida de éstos, observándose desánimos explícitos a aquellos deportes que son considerados “de mujeres”.

  • ► Y “cómo no vas a jugar al futbol”. No en mi casa, pero si un tío me dijo eso “¿Cómo no vas a jugar al futbol, ¿cómo no te gusta?” Y a mí no me gusta, soy de madera jaja. Me mató. (Pedro, estudiante de Ingeniería Agronómica).

  • ► Por ejemplo, si un nene quiere hacer danza, capaz un padre no lo vea bien. Cuando no debería ser así. Como un amigo que quería estudiar cocina y los viejos le rompieron las bolas tanto que término estudiando ingeniería. También lo veo en lo deportivo, que si un varón hace un deporte que se considera de mujer, como vóley o hockey; ya le juzgas. Mucho de eso es por lo que te dicen de chico. Vas creciendo y te van diciendo qué es de varón y que no es. (Damián, estudiante de Licenciatura en Psicología).

Estos varones remarcaron la importancia que figuras familiares masculinas como el padre o el tío le daban a los deportes y otras actividades que se consideran masculinas, desalentando explícitamente aquellas que se apartaban de tal norma.

Conquista de mujeres

Otro de los alientos familiares que surge de nuestros entrevistados se enfocaba en la “conquista de mujeres”, es decir, hacia una clara y consciente orientación a la heterosexualidad como un mandato de la masculinidad hegemónica. Aquí, al igual que en las anteriores subcategorías, tampoco encontramos diferencias entre varones que estudian en “territorios” masculinos y femeninos.

  • ► Por ejemplo, en mis primeras experiencias de noviazgos; yo estaba re enganchado y mi viejo me invitó a que hablara más sobre lo que me pasaba. Ahí cuando le conté lo que me pasaba, él me dijo que me fijara, que por ahí no estaba tan bueno que le metiera mucha pila a la relación. Me dijo que no debía interesarme, básicamente. No tenía que dejar a mis amigos por salir con mi novia. En esta misma época, por ejemplo, mi viejo me prestó el auto para que yo salga con mi novia, eso antes era impensado, yo tenía que pedirlo para salir con mis amigos. (Alexis, estudiante de Licenciatura en Psicología).

  • ► Ah, por ahí si una mina te daba bola, mi viejo te decía “bien, pendejo”. Esas cosas por parte de mi viejo. Sí, me ofrecía el auto si iba con una minita. Mi viejo hacía esas cosas si tenía que ver con alguna minita. Él me apoyaba esas cosas. (Daniel, estudiante de Licenciatura en Psicología).

Un ser con cromosomas “XY”, denominado varón al nacer, debe transitar una serie de rituales hasta convertirse en un “verdadero hombre”. Tal hazaña es encarnada al principio por la familia de origen, principalmente por las figuras masculinas. Durante este proceso adquirirán valor prácticas como el ser proveedor económico, el descuido personal, el riesgo constante en todas las actividades, estar siempre listo para tener sexo (y con cualquier mujer), la negación de ciertas emociones como el miedo, el amor y la tristeza. Es así que, en nuestra cultura, el objeto “auto” condensa una serie de sentidos como la libertad que posee el varón, el poder (económico y simbólico), el placer.

Un entrevistado que cursa la carrera de ingeniería en computación nos expresó la preocupación de su padre, a quien lo define homofóbico y religioso, por su heterosexualidad, ejerciendo un control sobre las relaciones de su hijo con sus pares.

A: -Mi viejo es temeroso con ese tema. Está en contra de los gay, es religioso. El charlaba conmigo y me daba gracia-.

E: - ¿Qué charlaban? -

A: -Si mis amigos eran bien varoncitos, y esas cosas-.

E; - ¿Y vos que contestabas en ese entonces?

A: -Yo estuve siempre seguro de lo que soy, pero me da gracia. Yo respeto a cualquier orientación sexual, pero me da gracia porque mi viejo tenía miedo-. (Alfredo, estudiante de Ingeniería en Computación).

Estética corporal

Si bien la estética corporal del varón es un campo que ha tenido cambios en los últimos años, las familias de nuestros entrevistados alentaron formas estéticas que se consideran aún como “típicos de varón”. Con esto nos referimos al pelo corto, no usar accesorios, ciertas ropas y ciertos colores. Observándose también un reconocimiento por parte de los varones de estos mandatos y cierta resistencia a ellos.

  • ► [Mi padre] … una vez me dijo jodiendo por una campera…una que tengo que tiene el cuello para afuera. Muy de mina es, o al menos las usaban ellas. Me la puse y él me dijo “que te vas a poner la campera de tu mamá”. Yo creo que, si lo decís en chiste, es porque lo pensás, por algo lo dicen jaja. (Pedro, estudiante de Ingeniería Agronómica).

  • ► Yo cuando era chico, no sé a los 14 o 15, escuchaba heavy metal y tenía el pelo muy largo hasta la cintura y a mi vieja si le costó […] admitir dejar que suceda que yo tenga el pelo largo, ella quería que yo me corte el pelo, no sé si porque yo me iba a parecer una nena o lo que sea nunca me dijo esto, pero ella no quería que yo tenga el pelo largo […] y me pasaba esto que ella decía que yo no podía tener el pelo largo, pero ella lo tenía corto, entonces chabón ¿qué está pasando acá? ¿Por qué vos lo podés tener corto? (Franco, estudiante de Licenciatura en Trabajo Social).

Estos entrevistados pertenecen a mundos universitarios ampliamente contrastantes y ambos recibieron mandatos de la masculinidad hegemónica, uno por parte de su padre, el otro por la parte materna, y ambos se cuestionan al recibir dichos mandatos.

Violencia como defensa

Por último, pero no menor en importancia, dos entrevistados señalaron que fueron alentados por parte de otros varones de la familia, hermanos o el padre, a realizar actos violentos, dando por sentado que la violencia es propia de su sexo. Nos parece importante señalar que los únicos que expresaron esta forma de “defenderse” fueron estudiantes de Psicología.

  • ► También cuando sos chicos y contás que en la escuela te quisieron pegar, te dicen que les pegues vos a ellos. Después contás que le pegaste a uno y te dicen que está bien; te dicen “bien, así tenés que ser”. Mi hermanito contaba que un nenito lo molestaba en la escuela, y mi papa le dijo que le pegue una piña; que el que pega primero pega dos veces. (Damián, estudiante de Licenciatura en Psicología).

  • ► De ahí mi hermano me invitó a un gimnasio al que iba para hacer artes marciales. Así yo aprendía a defenderme; bajo el concepto de que tenía que defenderme con violencia. Eso marca, el hombre violento, que se impone mediante la fuerza. (Alexis, estudiante de Licenciatura en Psicología).

Prácticas de ruptura

Entretantos alientos orientados hacia la masculinidad hegemónica, encontramos algunas prácticas de “rupturas”, ya que hubo casos en que los padres daban cierta “libertad” a sus hijos en su socialización. Las citas encontradas bajo esta expresión son cuatro en total, dos de Ingeniería En computación, uno de Licenciatura en Trabajo social y una de Licenciatura en Psicología. Estos entrevistados señalaron que sus padres alentaron (o al menos, no desalentaron) actividades que se pueden considerar del universo femenino.

  • ► De hecho, cuando era chico mi viejo me sacó a patinar a la plaza. Así que esas cosas nunca; ni se les cruza por la cabeza [Alientos a prácticas de varones] ¿Entendés? (Diego, estudiante de Ingeniería en Computación).

  • ► La verdad que me parece que no, que nunca hubo nada de eso […] no creo, al contrario, siempre se nos ha fomentado a hacer los que nos pareciera. Por ejemplo, hace un par de años comencé a bailar, y mi viejo estaba re contento conque bailara. Empecé a bailar salsa. (Sebastián, estudiante de Ingeniería en Computación).

Diego proviene de un pueblo del interior de Santa Fe y nos cuenta que nunca recibió un aliento explícito a actividades que fueran sólo de varones, en su experiencia sus padres “nunca me dijeron lo que tengo que hacer”. Sebastián es de Córdoba Capital, tiene un hermano menor y nos relata que a ellos dos, sus padres los han criado en total libertad, dicha libertad es específicamente a las que atan las prácticas a los géneros.

Distribución de roles al interior del hogar

Las labores domésticas son el motor de nuestra cotidianeidad. Hacer la comida, lavar la ropa, limpiar la casa son actividades que las personas deben tener garantizadas para desenvolverse día a día.

Si bien podemos decir que los cambios sociales, culturales y económicos han empujado a los varones a involucrarse más en las tareas y roles dentro del hogar, diferentes investigaciones dan cuenta de que aún falta mucho por hacer (Castañeda, 2002).

El rol de proveedor económico principal ha sido desplazado por la inserción de la mujer en el ámbito laboral, pero las tareas domésticas siguen siendo responsabilidad mayormente de las mujeres. Dentro de esta categoría, podemos distinguir las formas en que se da dicha distribución: lo doméstico es de mujeres, lo políticamente correcto, tareas iguales para ambos sexos.

Lo doméstico es de mujeres

La mayoría casi absoluta -diecinueve de los veinte entrevistados- manifestó que las labores domésticas como limpieza, cocinar y lavar las realizaba su madre o una trabajadora doméstica.

  • ► Antes, por la formación de mi padre, él era quien tenía que traer la comida; se generaba una dependencia de mi papá. Siempre mi viejo trabajó y mi vieja era ama de casa. (Roberto, estudiante de Licenciatura en Psicología).

Sólo uno manifestó que el padre realizaba todas las tareas domésticas dentro del hogar, debido a que la madre padecía una enfermedad imposibilitante.

  • ► Si, en realidad me crié un tiempo con mi papá, después con mi abuela, después con mi tía. Mi papá siempre trabajo, yo estoy con él desde que tengo 11 años, pero en realidad él siempre se hizo cargo de nosotros económicamente, y el día que yo puedo vivir con él mi hermana y yo, el asume el rol de madre y padre, darnos de comer, limpiar la casa, cosas como levantarse a hacerte el desayuno. Nosotros no ayudábamos en lo doméstico. (Esteban, estudiante de Ingeniería en Computación)

La distribución de tareas domésticas es la generalizada en las representaciones de género de nuestra sociedad: la mujer ama de casa y el hombre proveedor económico ausente en las tareas domésticas.

Algunos entrevistados marcaron que sus madres realizaban lo que se ha dado en llamar doble jornada laboral. Son las mujeres que además de aportar junto con el marido económicamente, deben “encargarse” de las tareas del hogar. No obstante, estos entrevistados señalan que la toma de decisiones era compartida por igual en la pareja.

  • ► En mi casa de origen, mi viejo trabajaba y traía la plata; mi mamá también trabajaba, pero ella era quien se encargaba de las tareas domésticas. (Pedro, estudiante de Ingeniería Agronómica).

  • ► En lo económico aportaban los dos. Las decisiones eran en conjunto, sin que uno domine sobre otro; yo me crie creyendo eso. En cuanto al trabajo, trabajaron los dos. Pero a la parte doméstica generalmente la ha hecho mi vieja. (Marcelo, estudiante de Ingeniería Agronómica).

Lo políticamente correcto

Como decíamos anteriormente, los cambios que se han generado a nivel macro y micro social han posibilitado que la participación de los varones en las tareas cotidianas reproductivas del hogar sea un hecho más inevitable que deseado por ellos. Esto se demuestra tanto en las opiniones como en las proyecciones de los entrevistados. Así, dimos en denominar lo políticamente correcto a aquellas citas en las que se expresaba lo que “debería” hacer cada varón implicado, más del orden moral que un reconocimiento de que es una tarea que le es propia.

  • ► Y ahora debería ser todo equitativo. No va más eso de que la mujer cocina y el hombre trabaja. Para mí todos tienen que hacer un poco de todo. En algunas familias no se debe dar tanto eso. Si el varón trabaja afuera y ella no, ella ya empieza a sentir que esa es su tarea capaz. Pero para mí no debe ser así. Los hermanos también deben participar. (Damián, estudiante de Licenciatura en Psicología).

En este sentido, muchos varones han manifestado “la ayuda” que realizan en las tareas domésticas, entendiendo con esto una colaboración que se presta a la persona que “naturalmente” se debe hacer cargo de estas tareas: siempre una mujer.

  • ► Yo creo que no está mal que un varón pueda ayudar en las tareas de la casa. Yo no estoy de acuerdo con ese modelo. De hecho, a veces me gusta cocinar para mi familia. (Pedro, estudiante de Ingeniería Agronómica).

Encontramos así una contradicción en los discursos de estos varones ya que a la vez que manifiestan “la ayuda” que deberían dar o señalan la mayor participación de los varones en lo doméstico, manifestaron que es la mujer quien “se pone al hombro” las labores en sus hogares.

Tareas iguales para ambos sexos

Por el lado de la subcategoría igual tareas para ambos sexos, hallamos que dos entrevistados pertenecientes a carreras de “territorios” femeninos expresaron que dentro de su hogar las tareas se distribuían de manera igualitaria. Con esto nos animamos a pensar que los modelos parentales más flexibles genéricamente hablando, facilitan la inscripción de prácticas y discursos más acordes a la igualdad.

  • ► Y, por ejemplo, en mi casa, todos ayudamos a todos. Mis viejos siempre fueron muy liberales. Si bien en el entorno más general se me inculcaron prejuicios, en mi casa mi viejo no tenía drama en lavar los platos, ni en criarme. Los dos trabajaban, así que yo nunca lo vi tan marcado como otros amigos, para quienes la vieja estaba todo el tiempo en la casa y el padre laburaba. Sin embargo, personalmente, estuve en un ambiente más equitativo. De hecho, mi vieja gana más que mi viejo, y nunca hubo problemas ni violencia. (Leonardo, estudiante de Licenciatura en Psicología)

  • ► En ese caso a mí me enseñaron a hacer las tareas domésticas. En mi casa se distribuye igualmente sin hacer diferencias entre varones y mujeres. Me hacían barrer, lavar el baño, cocinar, etc. creo que hay que hacer las cosas. (Roberto, estudiante de Licenciatura en Psicología).

Espacios excluyentes por género

Con este nombre nos referimos a aquellos mandatos que desde la familia se trasmiten de manera de asegurarse la identidad genérica del niño, cuidando que hubiera lugares, roles y actividades propias de su sexo. Así se pretendía que estos niños incorporaran las normas y valores de lo que es propio del varón y lo que no, aprendiendo así a ser un varón según la masculinidad social tradicional.

Es quizás en esta categoría donde podemos encontrar más claramente la distinción de las posiciones de estudiantes de “territorios” académicos masculinos y femeninos. La mayoría de los varones de “territorios” masculinos declara como positiva y hasta necesaria esta separación genérica, considerando que esto consolidaría una especie de “esencia” que tenemos al nacer.

  • ► Tal vez porque creo que el varón debe ser varón y la mujer debe ser mujer. Acepto todo, pero voy por la idea de que el hombre debe formarse con hombres y ser tal. El ideal de varón debe tener la actitud de varón; lo propio de hombre. (Marcelo, estudiante de Ingeniería Agronómica).

  • ► Y siempre se dijo que el nene que está con las nenas es medio “mano quebrada”. Mientras que entre varones se pueden hacer cosas de varones, y las mujeres pueden hacer cosas de mujeres. No sé qué pueden hablar un varón con una mujer; uno viene con una muñeca y otro con un fútbol. No tiene punto de encuentro. (Carlos, estudiante de Ingeniería Agronómica).

Por el contrario, la mayoría de los que revelaron no estar de acuerdo con esa separación por géneros que se realiza en la infancia pertenece a “territorios” femeninos. Problematizan la separación binaria de los sexos y se cuestionan esta limitación existente en los procesos de socialización, expresando que es un fenómeno que al final termina siendo inevitable.

  • ► Me parece algo de pensamiento muy conservador y ¿cómo llamarlo no? súper conservador porque no concibe otra cosa, varón-varón, nenas- nenas, no puede haber algo en el medio, por qué no nene con nena si el nene se siente re cómodo con la nena, pasa. (Leandro, estudiante de Licenciatura en Trabajo Social).

  • ► Primero que me da mucho miedo, ese tipo de cosas me dan miedo. Porque si la gente que lo dice reconsidera lo que está diciendo, yo creo lo harían hasta quedarse solos a los chicos, porque si vos le das un poquito de labia a esa gente hasta les podés hacer creer que si están los chicos juntos van a ser homosexuales, entonces me da mucho miedo este tipo de cosa, de la prohibición, de vos no podés hacer esto a mí. Eso me llama mucho la atención porque después inevitablemente te vas a relacionar con las nenas o los nenes de acuerdo al lugar que estas tomando, es inevitable. (Franco, estudiante de Licenciatura en Trabajo Social).

A medio camino, encontramos un entrevistado que, si bien no ve necesaria la separación, de algún modo la termina comprendiendo en el caso de los docentes, por los problemas que le podría acarrear aún.

  • ► Para mi deberían estar juntos. Sin embargo, si lo hace un maestro puede que sea porque quizás los padres después vienen con problemas. (Leandro, estudiante de Licenciatura en Psicología).

Conclusiones y discusión

En principio quisiera mencionar que diferentes autores en sus trabajos señalan la existencia (fundamentalmente entre jóvenes de sectores medios, y con trabajos realizados con jóvenes universitarios) de un discurso que se orientaría a legitimar nuevas modalidades de relaciones afectivas y sexuales, las cuales representarían un quiebre en roles tradicionales y estereotipos respecto de qué es ser varones o mujeres, la pareja, la familia, la sexualidad, o el matrimonio, entre otras. No obstante, estudios como los inspirados en Foucault, han desarrollado líneas de indagación centrados en los nuevos procesos de normativización que rigen entre jóvenes. Con ello y como se mencionó, no se podría hablar de una apertura, sino más bien de un traslado de la normatividad a la esfera íntima. (Blanco y Pierella, 2009). Tal como expresa Bozón (2006, citado en Blanco y Pierella, 2009), no podemos decir que se trata de una “revolución sexual”, en tanto un nuevo régimen normativo de la sexualidad en los y las jóvenes sino que más bien es un tránsito de una sexualidad que se construyó por medio de controles y disciplinas externas a una sexualidad controlada por disciplinas internas; en el marco de lo que denomina “proceso de recomposición normativa” sostenida por un mayor caudal de fuentes emisoras y por la represión del grupo de pares. Desde lo cual se desprendió el interesante debate de rastrear la emergencia de estas temáticas en ámbitos como la universidad.

Por otro lado, la institución familiar, se mostró cumpliendo un rol fundamental en la construcción de las subjetividades masculinas. Sin distinción de “territorios”, las familias de los jóvenes entrevistados alentaron en relación a mandatos de la masculinidad hegemónica: a los trabajos típicamente masculinos, a jugar al fútbol, a defenderse con violencia, a la conquista de mujeres. Pudimos observar que en sus hogares “lo doméstico es cosa de mujeres”. Y si bien en ocasiones manifiestan la “ayuda” que dan o deberían dar en las labores de la casa, señalaron que ese rol recaía siempre sobre las mujeres. En el mismo sentido, encontramos que modelos parentales más flexibles, sexo-genéricamente hablando, facilitan la inscripción de prácticas y discursos más acordes a la igualdad.

Quiero hacer mención a las figuras masculinas que dentro de la institución familiar tenían el rol de transmitir los mandatos de la masculinidad hegemónica. El padre en primer lugar, como también abuelos, tíos y hermanos mayores se encargaron de “convertir” al niño en un “verdadero varón”. Con la amenaza constante de la homosexualidad, el padre, principal figura masculina del hogar, tiene la tarea de bregar por la heterosexualidad de su hijo.

En convergencia con los antecedentes que orientaron la escritura del artículo se puede decir que la familia de los jóvenes entrevistados actúa como un regulador del género. Éstas actúan en relación a la reproducción de los mandatos hegemónicos de la masculinidad.

Notas al pie:
  • i

    Dicha investigación la realizamos con el Lic. Bustos Omar y fue dirigida por la Dra Maite Rodigou Nocetti.

Referencias
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Historial:
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