El libro Fundamentos internos y externos de la política exterior de México elabora una evaluación de la política exterior del gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018), los autores que colaboran son integrantes del grupo que participa en el volumen especial de la revista Foro Internacional que publica el Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México.

Los elementos que escribieron la circunstancia de este gobierno estuvieron marcados por acontecimientos y hechos, de los cuales, muchas de las veces, Peña Nieto no logró respuestas eficaces o claras, lo que lo mostró como un gobernante vulnerable. Si bien, al inicio, la administración se enfrentó a los problemas heredados de la administración anterior de Felipe Calderón, entre los que destacan la violencia y la ingobernabilidad en diversas zonas del país; los hechos que terminaron por marcar su suerte fueron los sucesos de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, la matanza de 22 civiles de Tlatlaya y los escándalos de corrupción de miembros de su gabinete. Por otro lado, en 2015, en el plano exterior, en Estados Unidos surgió el movimiento antimexicano liderado por el candidato republicano Donald Trump, hecho que encendió todas las alarmas de la Cancillería mexicana.

El manejo de la política exterior de México frente a las organizaciones internacionales durante este periodo se caracterizó por un arduo trabajo para influir en el diseño de reglas y normas, esto con el fin de reducir costos y obtener legitimidad y reconocimiento. Sin embargo, ambos objetivos se vieron empañados, en tanto que a México -al menos durante este período- no se le pudo asociar como un país eficiente, ni congruente con su política interna y externa. Por ejemplo, en orden de ilustrar estos casos, y a pesar de las gestiones del gobierno de México en varios temas, los acuerdos logrados no se establecieron como vinculantes, y si lo fueron, los países más importantes como los Estados Unidos decidieron no firmarlos ni ratificarlos, algunos casos de este tipo fueron: el hecho de que Estados Unidos no es parte del Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular (PMM), o que Donald Trump decidió que Estados Unidos abandonaría el Acuerdo de París, o que la situación en Venezuela no ha cambiado, con y a pesar del trabajo diplomático que México ha sobrellevado en la Organización de los Estados Americanos (OEA).

En segundo lugar, la diplomacia multilateral mexicana, al entrar en contacto con la política interna, generó preguntas sobre la legitimidad de la política exterior mexicana que buscaba promover la democracia y los derechos humanos. Por ejemplo, el gobierno mexicano decidió recurrir al Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) para la asistencia técnica para la búsqueda de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y las investigaciones y acciones para sancionar a los responsables, lo que refleja un signo de confianza de las autoridades ante los mecanismos multilaterales, sin embargo, con límites puesto que el Grupo señaló que las autoridades habían manipulado evidencia, torturado a sospechosos y que no habían tomado nuevas líneas de investigación diferentes a la “verdad histórica”.

Otro ejemplo es el de la política hacia Venezuela, el gobierno mexicano buscó la adopción de resoluciones en la OEA que llamaran a la negociación y la restauración de la institucionalidad, y en última instancia, la aplicación de la Carta Democrática Interamericana. En la 47 Asamblea General de la OEA en Cancún de 2017 se discutió un texto que solicitaba la creación de un grupo de contacto que actuara como árbitro entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición, dejar sin efecto la convocatoria a la Asamblea Constituyente, liberar a los presos políticos y establecer un cronograma electoral. Se requerían 23 votos necesarios para aprobarse, México solo pudo gestionar 20 votos a favor. Sin embargo, la reacción oficial venezolana fue muy crítica, la ministra de Relaciones Exteriores, Delcy Rodríguez, afirmó que México no tenía la autoridad moral para descalificar a Venezuela al citar la desaparición de los 43 normalistas, así como las numerosas ejecuciones de periodistas en el país, lo que terminó cuestionando la situación en México.

Peña Nieto realizó 68 viajes al exterior que resultaron en 94 encuentros durante su mandato. En cuanto a la política económica exterior, su gobierno se centró en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el impulso de la Alianza del Pacífico (AP), la renegociación del Tratado de Libre Comercio entre México y la Unión Europea (TLCUEM) y la firma del Acuerdo Transpacífico (TPP-11). A pesar de que México buscaba el objetivo de la diversificación, la prioridad fue fortalecer el acuerdo trilateral con Estados Unidos y Canadá. Su ingreso al TPP y la Alianza del Pacífico no modificaron el volumen comercial e inversiones de manera significativa. La política exterior de México, en este período fue reactiva a los estímulos externos, por ejemplo, la renegociación del TLCAN se dio gracias a la amenaza que representó su posible cancelación por parte del presidente de Estados Unidos Donald Trump y las constantes amenazas de la construcción del muro en la frontera.

El libro, a su vez hace un análisis de la política exterior de México desde una perspectiva regional, se examina la relación de México con las siguientes regiones: América del Norte, Estados Unidos, América Latina y el Caribe, Europa, Asia Pacífico, China, Medio Oriente y África. A continuación, se describen brevemente los sucesos más importantes de la política exterior mexicana hacia cada una de las regiones mencionadas.

La política exterior de México hacia América del Norte se destaca por la Cumbre de Líderes de América del Norte, donde los mandatarios de México, Canadá y Estados Unidos se reunieron en febrero de 2014 en Toluca (Peña Nieto, Harper y Obama) y en junio de 2016 en Ottawa (Peña Nieto, Trudeau y Obama). En ambos encuentros, se hizo hincapié en temas como cambio climático, competitividad regional, defensa, energía limpia y seguridad. En cuanto a las relaciones con Estados Unidos, estas se centraron en los temas de seguridad, migración y comercio. Con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump en enero de 2017, Estados Unidos inició una etapa de aislacionismo en los asuntos internacionales, intentando minimizar los costos de su hegemonía y forzando a sus vecinos a asumir más responsabilidades. En el tema de seguridad, el narcotráfico se volvió prioridad. México, a raíz de la guerra contra el narcotráfico, contaba con costos altísimos, como el de la política de militarización que ha dejado un saldo de 30 000 muertos al año. Las relaciones México-Estados Unidos en materia de seguridad han estado enmarcadas por la Iniciativa Mérida cuyo principal objetivo es combatir a las organizaciones de crimen transnacional a partir de operaciones de cumplimiento de la ley y colaboración de inteligencia, con un énfasis en el lavado de dinero. Por último, el tema migratorio también fue parte de la agenda entre ambos países. La política exterior de México se centró en no aceptar la política de Tercer País Seguro propuesta por Estados Unidos, es decir, que México recibiera a los migrantes centroamericanos y permanecieran detenidos en México hasta resolver las solicitudes de asilo.

Lo más destacado de la política exterior de México hacia América Latina y el Caribe fue su liderazgo ante la crisis política y económica de Venezuela. El déficit de liderazgos regionales impidió articular respuestas colectivas ante el desafío venezolano, por lo cual México se vio obligado a entablar contactos con la oposición venezolana, como ocurrió con la visita de Lilián Tintori en febrero de 2016. Sin embargo, esto obedecía a una lógica de política interna. Con el resurgimiento de López Obrador como figura opositora, el lucro político-electoral de “evitar el chavismo” fue la principal fuente de condena al régimen venezolano.

En cuanto a las relaciones entre México y Europa, se subraya la búsqueda de mejorar la imagen del país, en promover las reformas estructurales del Pacto por México para atraer inversión extranjera, fomentar un mayor intercambio comercial y fortalecer las relaciones bilaterales más allá de Madrid y Bruselas, poniendo énfasis en otras potencias como Francia, Alemania, Reino Unido Italia y los países nórdicos. Ante los sucesos de Ayotzinapa de finales de 2015, México se enfrentó a críticas de la prensa y las organizaciones de la sociedad civil, mientras había otros escándalos de corrupción, asesinatos a periodistas y fosas con cientos de cuerpos. Los gobiernos europeos y autoridades comunitarias (Angela Merkel, Federica Mogherini y el Parlamento Europeo) retomaron las llamadas de atención y mantuvieron una actitud constructiva para reforzar el Estado de derecho en México. El logro más importante en el sexenio fue la modernización del Acuerdo Global (AG) con la Unión Europea (UE), negociación que terminó en 2020 y que apuntala la diversificación política y económica de México.

La política exterior de México hacia Asia Pacífico durante el sexenio se centró en la propuesta de la Alianza MIKTA (México, Indonesia, Corea del Sur, Turquía y Australia). Con China, las relaciones diplomáticas se tensaron debido a la cancelación del tren rápido Ciudad de México-Querétaro que sería construido por empresas chinas ante una investigación periodística que revelaba conflictos de interés entre el presidente de México y empresas asociadas con las empresas chinas. También destacó la ayuda de México para la constitución del foro China-CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Con la región de Medio Oriente, México extendió su presencia en la región con la apertura de 2 nuevas embajadas (Qatar y Jordania) y amplió las relaciones comerciales. Respecto a África, la política exterior de México revela que aún hay gran desinterés y desconocimiento por parte de los tomadores de decisiones, sin embargo, hay un cambio en la percepción de la región por el potencial económico, como mercado de exportaciones y de inversiones.

En la parte final del libro, se profundiza en asuntos cruciales para la política exterior mexicana como el comercio, seguridad, migración, derechos humanos, medio ambiente, diplomacia cultural y cooperación para el desarrollo.

El partido de López Obrador, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), ganó la presidencia con un triunfo avasallador en las urnas con el 54% de los votos, la mayoría en las dos cámaras del Congreso, la mayoría de las gubernaturas que compitieron, municipios y Congresos locales. Esto le otorgó un bono democrático que podría ser usado como un elemento de poder suave para la política exterior. Sin embargo, el nuevo presidente no lo ha aprovechado, dado que personalmente no tiene mucho interés en el tema. En muchas ocasiones ha dicho que “la mejor política exterior es la política interna”. A más de dos años de la toma de posesión, la política exterior de López Obrador ha sido uno de los capítulos más desconcertantes. Su renuencia a no viajar al exterior ni hacer visitas de Estado ha concentrado los reflectores en problemas internos, eliminando la presencia de México en foros multilaterales de indudable valor para tener voz en asuntos mundiales que nos conciernen.

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