Resumen

La primera experiencia docente carga de recuerdo y significado la vida del maestro: partir del hogar y llegar a un lugar apartado de lo urbano implica un cambio radical de vida, mismo al que también son inmersas las comunidades a las que se arriba, promoviendo en éstas su relación desde la escuela hacia lo global y convirtiendo la enseñanza en la herramienta para pasar el umbral e ir más allá de lo imaginado, desarrollando virtudes que demarcan una impronta en el quehacer docente. Todas estas sensaciones, experiencias y recuerdos se encuentran en este relato.

Abstract

The first teaching experience loads the teacher's life with memory and meaning: leaving home and arriving at a place away from the urban implies a radical change of life, which is also immersed in the communities to which it arrives, promoting in these its relationship from school to the global and turning teaching into the tool to cross the threshold and go beyond what is imagined, developing virtues that mark an imprint on the teaching task. All these sensations, experiences and memories are found in this story.

Palabras clave:
    • Escuela Rural;
    • Experiencia Docente;
    • Historia de Vida.
Keywords:
    • Rural School;
    • Teaching Experience;
    • Life Story.

"...El Gato se limitó a sonreír al ver a Alicia. Parece bueno, pensó Alicia; […] y prosiguió: -- Te importaría decirme, por favor, ¿qué camino debo tomar desde aquí? -Eso depende en gran medida de adónde quieres ir --dijo el Gato. --¡No me importa mucho adónde...! --dijo Alicia. --Entonces, da igual la dirección--dijo el Gato. Añadiendo: ¡Cualquiera que tomes está bien...! --¡Gracias! --añadió Alicia a modo de explicación. -¡Ah!, dijo el gato: -ten la seguridad de que llegarás, sobre todo si caminas bastante-, añadiendo: ¡...Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces.!"

(Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas)

Como en un cuento de hadas, desde temprana edad las maestras dibujan en su mente, como Alicia, un mundo maravilloso que les sorprende y asombra a cada paso: el mundo de sus sueños, el país de las maravillas. Nuestras Alicias, descorrerán en estas líneas la vocación por su labor y el cómo trazaron el camino, donde describirán la elección tomada y las dificultades para afrontar la primera experiencia pedagógica en el área rural.

Formarse para ser maestro y tomar la decisión de hacer el primer camino hacia la escuela rural, es un reto personal y profesional, que al igual que Alicia cuando llega al país de las maravillas, se asume con miedo, pero a la vez con valentía, dando la seguridad de que los obstáculos se pueden superar, los temores se pueden vencer y que el camino emprendido, a pesar de las confusiones, es el correcto en el inicio del desempeño profesional.

-Te importaría decirme, por favor, ¿qué camino debo tomar desde aquí? -

El camino de nuestras Alicias

Nuestras Alicias a quienes con su venia nombraremos como Estella, Ismanda, Gabriela y Claudia, guardan en común su patria chica -Sonsón- y la formación recibida en la Sección Pedagógica para prepararse como maestras. De su origen humilde y de su vocación habla su formación en la escuela de niñas, su sueño de ser maestras, sus juegos que trascienden en el aire con las esperanzas de convertirse algún día en ejemplo vivaz para sus coterráneos.

Cada una de ellas como Alicia, lee atentamente, aunque prefiera los libros de dibujos y láminas; se esfuerza para asistir al colegio, hacer sus deberes, superar las pruebas y exámenes, cumplir con las tareas del hogar y en sus quimeras reposa en lontananza la idea de conseguir su anhelo: convertirse en maestra e iniciar una vida profesional intachable.

Nuestras Alicias crecen poco a poco, en sabiduría, edad y ejemplo, a su vez, se esfuerzan mucho más, cuando después de ganar el examen previo, dan el primer paso: -ingresar a la sección pedagógica--, ¡cuánta alegría contenida! pero a la vez, reto inefable, que les hará sobrepasar las barreras del tiempo para prepararse para ser maestras, un sueño iniciado, aún no alcanzado. Llegar a la preparación, significó en sus vidas un gran logro, más ahora, se esbozaba una nueva meta al egresar de la formación como maestras: iniciar la experiencia docente fuera de las aulas del colegio.

Con dificultad, por las altas exigencias y los inconmensurables momentos dedicados al estudio, preparación de clases, prácticas pedagógicas y exámenes de fin de curso, nuestras Alicias, alcanzaron el título merecido a su esfuerzo académico: Maestra, Bachiller Pedagógico, Normalista Superior, cada una según la época en que hubiese egresado. Recibir el título no era suficiente, como Alicia, ellas se negaron a dejar que alguien más definiera lo que era imposible, pero en tal sentido aparecía una nueva incertidumbre, encontrar el sitio para desarrollar su labor, que se agudizaba en el seno de sus hogares con voces de aliento y otras de desesperanza.

Aparentemente Estella, Ismanda, Gabriela y Claudia, se encontraban perdidas, como cuando Alicia encuentra al Gato Sonriente, con un título que las acreditaba para un empleo como maestras, pero en el fondo confundidas en su deseo de buscar la estabilidad y poner en práctica lo que tan esfuerzo les había costado: ejercer lo que por vocación habían escogido ser. Iniciaron en este punto innumerables idas y regresos a la capital, a las oficinas del Distrito o del Núcleo Educativo, con el fin de hallar quien les ayudara, pero como el Gato Sonriente, a veces bondadoso o a veces malicioso, tornaban respuestas inconclusas que quedaban a la espera de ver su nombre en un listado del periódico o una llamada en el mejor de los casos. Pasan varios meses o hasta algunos años y nuestras Alicias, siguen luchando por encontrar una ruta para llegar a iniciar realmente el camino elegido.

La fe y la vocación continuaban firmes e intactas en el corazón de nuestras Alicias, cada una seguía cultivando en su interior el deseo de cumplir con su misión, y haciendo todo lo posible para que el día anhelado llegara pronto, aunque para cada una de ellas, el tiempo se convirtió en una larga espera, y por qué no, causa de un desaliento que les llevara casi a desistir; aunque como lo expresa Meléndez (2000) “la verdad es que casi todos vamos por la vida al igual que Alicia, un poco sin saber adónde ir y cuando más o menos sabemos algo, se nos dificulta el cómo podemos lograrlo.”

Pasado el tiempo, llega el momento para que nuestras Alicias tengan su momento de gloria al iniciar su carrera docente, aquí la aventura de la vocación de maestra se pone a prueba en sus vidas, en “esa Alicia que ha vivido en el recuerdo de muchos o en el corazón de todos, [que] pocas veces la habréis visto como la protagonista de cuentos o de novelas” (Lobo, 1976), y que son parte de nuestro relato.

-Eso depende en gran medida de adónde quieres ir-

Del inicio del camino

Nuestras Alicias: Estella, Ismanda, Gabriela y Claudia, después de ires y venires, aceptando fuertemente la vocación, llenaron sus oídos y sus mentes con el llamado a iniciar la labor docente. Sus mentes fueron inundándose de alborozo y entusiasmo e iniciaron a dibujar en colores del recuerdo, un camino que las llevaría al destino: su primera experiencia pedagógica. Ellas, como Alicia, eligen ser una flor silvestre en lugar de una flor de maceta, eligen seguir su vocación y en vez de simplemente existir, saldrán de sus hogares hacia la escuela rural y se convertirán en lo que quieren ser.

La primera reacción es la alegría, por alcanzar la meta siguiente a la obtención del título: ser nombradas como maestras e iniciar su vida laboral. En este estado, comenzarán un largo camino que tiene punto su partida, pero a pesar de ser doctas en geografía, ninguna imagina su destino final; y aunque las anima el hecho de hacer su vida, ahora más que nunca este camino se escribirá con las imágenes y aromas del recuerdo, que les marcará para siempre y dejará hondo calado en sus mentes y corazones, donde el tiempo se detendrá y lo evocarán como si hubiera pasado ayer.

Nuestras Alicias se hallaban seguras en la comodidad de sus casas, tenían lo suficiente, pero ahora después de su nombramiento, se apearán de unas cuántas cosas y de una compañía temporal que vería por propia convicción, a qué lejanía llegarían y en qué montaña les añorarían, pues en tiempo largo no disfrutarían de su presencia en el seno del hogar. Aquí como Alicia: Estella, Ismanda, Gabriela y Claudia, se armarían de valor para aventurarse a descubrir qué hay del otro lado, qué hay más allá del pueblo natal, reviviendo la infancia campesina de algunas o explorando por primera vez el entorno rural en largas jornadas, para llegar a inhóspitos lugares que sólo se recreaban en escritos de autores, que leyeron y que hicieron volar la imaginación. Tal vez esta es la primera lección: nunca tener miedo de correr riesgos, estar dispuesto a arriesgar, estar preparado para lo que se presente y entrar en lo desconocido.

Antes de iniciar la marcha, con el corazón contrito, con la desazón de sus familiares por la lejanía, por la ausencia de comodidades, por el acceso abrupto y por la privación de lo material, nuestra Alicias, tratan de averiguar cuál es su destino. Ellas, para unos, heroínas, y para otros demasiado ingenuas o “locas”, como Alicia, por aceptar la estadía en esos lugares. Pero la decisión está tomada y la asumen con responsabilidad. En este instante, en este inicio del para siempre, que describiera el Conejo para Alicia como un segundo, nuestras Alicias, preguntarían a quién le desalentara en sus propósitos: - ¿Cómo sabes que yo estoy loca?, y la respuesta de los desalentadores sería: -Tienes que estarlo, o no habrías venido aquí-, esas palabras, aunque sacadas de la magia de la literatura, serían la constante que las acompañaría en todo el viaje.

Ahora nuestras Alicias, se arman de valor y toman el primer tramo de su andar: salir de casa de casa, dejar a los suyos en tristeza, lágrimas e incertidumbre, y tomar un transporte que las llevaría a conocer lo que para otros era el imposible de ir o de llegar. Ellas hacen su primer viaje en escalera hasta un punto, donde se presentarían al jefe inmediato, y al día siguiente de a pie, harían el recorrido más largo de la existencia, no sólo por lo escabroso del camino, sino por las ideas que se pasaban por la mente sobre qué hacer o qué decir, cómo actuar, a quién encontrarían, los peligros que podían correr solas en un lugar agreste, la distancia del hogar, o simplemente marcar el camino con el bálsamo que llena los ojos de recuerdos.

A pesar de su sencillez y su vocación a flor de piel, iniciar el camino era sólo el primer paso de la aventura. Comenzar a trasegar en medio de la agreste montaña el camino de herradura, llenarse de recuerdos y ansias de regreso por corazón, que dejaron en casa, y no tener la capacidad para comentar con el compañero de viaje, lo que se cargaba en el alma por la elección tomada; más entre tanto y tanto la mente preguntaba: ¿Faltará mucho todavía? ¿A qué hora llegaremos? ¿Será que me siento un rato? ¿Aún estará lejos la escuela? A cada paso, momento y hora dibujaban en la mente una lejanía más inmensa; sentirse lejos de casa, era en sí mismo un logro, pero a la vez una idea para retornar pronto.

Ese instante, este para siempre, que pesaba cada vez más, se acompañaba de decisiones, expectativas y nuevos conocimientos, los cuales, desde lo retórico en la formación, parecían casi imposibles, o abismales por la forma en que se narraron, pero que hacen de la primera experiencia docente un espacio que se llena de albores, descubrimientos y despierta en el alma del maestro el verdadero valor de hacer las cosas con amor.

Largas horas pasaron y sirvieron de antesala al arribo al local de la escuela, encumbrado en una montaña, al borde de un río o enclavado en una pradera, donde se podía leer a primera vista: desarraigo o amor, cuidado o abandono, simpleza o rusticidad; cada uno a su modo, sería el lugar que albergaría el nacimiento como maestras de nuestras Alicias. Algunas corriendo con la suerte de la afabilidad del campesino, otras con el desdén de sus antecesores y otras tratando de valerse por sí mismas en un mundo desconocido, pues la compañía de alguien cercano, en pocas horas, sería sólo un recuerdo más de esta experiencia y quedarían a merced del lugar donde ahora se hallaban.

Finalmente arribaron, sus pies cansados, la menta agobiada y sorprendida, después de un camino casi hasta la eternidad, que se marcó con la frase del Gato Risueño: -Ten la seguridad de que llegarás, sobre todo si caminas bastante-, esta frase repetida por los acompañantes, por los transeúntes del camino, por los que atendían las fondas camineras, por los nuevos “conocidos” de viaje, retumbarán en la mente de nuestras Alicias por siempre y resurgirán con una lagrima leve, cada vez que relaten de nuevo su historia.

Como en el país de las maravillas, Estella, Ismanda, Gabriela y Claudia, quedaron anonadadas ante la riqueza natural, la exuberancia de la vegetación, la percepción del aire mismo, la caricia del viento y el paisaje, de aquellas cosas que la ciudad no deja entrever y hace olvidar en la rutina del “progreso”. Como Alicia dijera: ¡Qué desconcertantes son todos estos cambios! ¡Nunca estoy segura de lo que voy a ser un minuto después!, este arribo a la escuela, a la primera estancia de su vida pedagógica, en la toma de posesión de su cargo, en el lugar que le designa una autoridad educativa, reflejaba la pericia y el impacto que constituiría el futuro en su quehacer docente, marcando la vocación y el desempeño, en especial de nuestras Alicias, que por fortuna tuvieron el privilegio de iniciar su trabajo en una zona rural.

-Creo que sí, estás demente. Pero te diré un secreto: las mejores personas lo están-

Los aprendizajes en la experiencia

Cuando nuestras Alicias, recibieron la noticia que iniciarían su labor en una escuela rural alejada, comenzaron a entretejerse comentarios en sus entornos, pero ellas hicieron prevalecer por encima de todo ello la vocación, para enfrentar a este territorio inimaginado, que hace eco en la mente, aunque después pueda hallarse, que las condiciones son distintas a las que hiló en sus pensamientos. Aquí inicia el territorio desconocido y por conocer, un territorio que en principio no sabe a dónde las llevará. Todas afirman al unísono, que una cosa es verlo en un mapa, pero que otra muy diferente es recorrerlo y vivenciarlo por los sentidos.

Ahora, la geografía aprendida era retada, el mapa pasaba del papel, a sus taciturnos pasos, uno era el mapa contenido en su cabeza, otro el del libro de texto y otro el que aparecía dibujado en la escarpada montaña; las palabras se convertían en nuevas joyas que esculpir y en medio del nerviosismo aparecían frases un poco rimbombantes, que dejaban atónitos a sus alumnos y a la comunidad a la cual asistían. Así iniciaron su contacto social en ese lugar, sin saber cómo enseñar, a pesar de recordar sus prácticas pedagógicas en el colegio; cómo entablar una reunión con la comunidad y qué hacer con los niños en una jornada que parecía eterna; nuestras protagonistas se asemejaban a Alicia cuando “no tenía la menor idea de lo que era la latitud, ni tampoco la longitud, pero le pareció bien decir estas palabras tan bonitas e impresionantes”.

Arribar a una nueva zona, a un lugar desconocido y desprovisto de lo básico, ahí concluye para nuestras Alicias el primer capítulo de este camino recorrido hacia la escuela, al enfrentarse a la profesión elegida por vocación. Ya solas, en la escuela, acompañadas de sus primeros discípulos que aparecían como por arte de magia, saliendo de los matorrales y algunos divisados desde la lejanía, con sus sonrisas se convertían en el bálsamo para su soledad. Cada una disimulando el llanto y la preocupación, se abría paso a la experiencia en medio de condiciones muy diferentes a las del hogar materno, donde lo social apremiaba en un nuevo contexto, las costumbres eran disímiles y el clima atacaba con el calor del medio día.

En este punto, sopesaban lo que sabían, cerraban sus ojos para tratar de recordar cada estrategia aprendida en la formación docente, pero a la vez sabían que se hallaban con una realidad latente. Al tardear, cada una desde la escuela, miraba como se perdían sus alumnos entre el espeso monte y los diminutos caminos, equiparando a Alicia cuando: “ella, sentada con los ojos cerrados, casi se creía en el país de las maravillas, aunque sabía que sólo tenía que abrirlos para que todo se transformara en obtusa realidad”. Las maravillas estaban dibujadas en sus mentes y ahora era su compromiso, hacerlas realidad con su labor y que nunca se afirmara de ellas que: “perdían mucho tiempo y no enseñaban nada” (Lobo, 1976).

En medio de esta angustia por el lugar ahora habitado y por las personas que seguirían encontrando, nuestra Alicias dan inicio al conocimiento del territorio, que pasa de verse como un simple mapa, un lugar en la memoria colectiva o una mención en algún libro de geografía, a canalizarse en los sentidos, dejando una huella indeleble en la vivencia desde la propia experiencia, al recorrer parajes inusitados, despoblados o alejados de lo urbano.

Por tanto, aparecen nuevos retos personales y profesionales que se desencadenan en la vivencia cotidiana:

  • identificar las nuevas costumbres, cultura y particularidades de la comunidad donde desarrolla su labor;

  • adaptarse a la comunidad, para convivir en ella de forma armónica;

  • leer los cambios y condiciones sociales, para ser agente en su mejoramiento, tanto de las condiciones de la enseñanza, como de la comunidad misma, siendo vínculo entre el Estado y las personas del lugar;

  • comprender que la lejanía geográfica, no es obstáculo para entretejer relaciones sociales que promuevan un reto a nivel personal y social; y

  • enfrentar la experiencia pedagógica haciendo gala de la ética profesional y misional que reviste la figura del maestro.

-¡Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces! -

La experiencia de los sentidos

La experiencia de salida de casa y el arribo a la escuela rural, la osadía de partir hacia una nueva aventura y la decisión de continuar el camino marcado por la vocación, la cual se convertía en el aliciente constante para luchar por la educación y la comunidad, marcó en la vida de nuestras Alicias, un terreno en el cual donde con acierto y algo de desatino, se daban a la construcción de una reputación propia, en el marco de la ética, que se replegaba, designándole como maestra y escribiendo en sus vidas la marca indeleble que seguirá siendo su vestido y título con el cual serán conocidas durante toda su existencia.

Nuestra Alicias cada vez más se maravillaban de las cosas simples y del cariño devoto de alumnos y comunidad, que se fueron granjeando en su conexión con el territorio y sus habitantes, donde a pesar de la distancia, la sencillez o calidez de las gentes, hacían para ellas más agradable el paisaje y el tiempo, el para siempre con el ser maestro, se constituían en segundos inolvidables. Pero más allá, se entretejía la relación con los sentidos, las percepciones y las impresiones que inundan la memoria de sentimiento.

Este punto, que podríamos llamar confuso, de partida en la labor docente, había convertido a nuestras Alicias en exploradoras de nuevas sensaciones, que se traducen en caminos, pensamientos y formas de hacer la labor en medio de una relación intrínseca con todo aquello que las rodeaba y maravillaba cada vez más, aquí olores, sabores, sonidos y miedos se conjugaban para aprender de la experiencia, para instituir los hitos del desarrollo de la labor docente y mejorar cada día si en algún momento de flaqueza se había fallado o cometido algún error.

Esta relación de los sentidos, que despierta la imaginación y llama a la reflexión, es para Alicia “la única arma en la guerra contra la realidad”, pues aquí miedos, olores, sabores y sonidos conjugados, guardarán en la memoria la evocación del inicio de la labor docente. En este punto para ellas se reviven miedos: al camino, a los calvarios (que escribían la historia violenta), a los mitos y leyendas locales, a las culebras y los sapos, que en más de una ocasión les jugaron una mala pasada en la escuela o en los recorridos desde o hacia la vereda.

Cada lugar que rodeaba la escuela rural, se revestía para Estella, Ismanda, Gabriela y Claudia, de una magia que con sus sonidos las sorprendía en las noches de desvelo, acompañaban sus sonsonetes rítmicos en el cerebro mientras esperaban la aurora, el correr del agua en el río o la quebrada cercana, el cantar de los pájaros al alba, el ruido de las chicharras y los grillos, el ulular de los búhos, y hasta el mismo silencio de la montaña y de la noche se podían escuchar.

Muchas veces para nuestras Alicias, después de una larga noche de desvelo y de lágrimas pausadas, que añoraban el hogar, las animaba el despertar en medio del olor a campo, a naturaleza, a hierba y a madera recién cortada, que alborozaba las madrugadas, oliendo la presencia del ganado, de la panela que hervía en sus rústicas cocinas, ese olor a dulce que anima y revitaliza, a café caliente y a molienda, cuando los campesinos cerca del fin de semana, empezaban a procesar la caña, envolviendo el ambiente de ese olor suave y fresco que hace olvidar las penas.

De otro lado deleitar el gusto con los alimentos, era otro aliciente para emprender la jornada, aquellos que recién hechos llegaban al paladar de estas maestras, alimentos caseros y cocidos sobre leña o brasas, aquí un chocolate caliente o una arepa con queso recién molido, generan hoy el recuerdo sublime de los momentos vividos. Después de todo, nuestra Alicias, ya habían encontrado su país de las maravillas, que a su modo debían ayudar a mejorar, pero sobre todo como en el cuento de Carroll, nunca serían la misma persona que fueron el día de ayer, he aquí la segunda gran lección; por ello, enfrentar nuevas experiencias, ayudaron a que ellas cambiaran y evolucionaran en el campo de la educación.

-Comienza por el comienzo y sigue hasta que llegues al final. Entonces, paras-

Epílogo

En la vivencia y narrativa desde la llegada a la escuela e inicio de la primera experiencia docente, la ruralidad enfrenta al maestro a una realidad no sólo paisajística, sino con un espacio enriquecido por aquellos que tienen una historia y que están rodeados de unas circunstancias concretas, y por ello, sitúa al maestro frente a quienes con subjetividad propia, tienen una manera peculiar de ser y de estar; condiciones que se convierten en centro de interés, pues sin esta comprensión sería imposible construir la obra de arte de un maestro rural: sus alumnos y comunidad, donde este es fruto del amor por la profesión, pues como diría Alicia: - ¡Ah, el amor, el amor, pone en marcha el mundo! -

Este ejercicio reflexivo del quehacer del maestro se puede considerar como un momento de relación consigo mismo, y de fortalecimiento de la propia identidad en medio de las realidades sociales, en el cual se construye poco a poco una especificidad desde la una reflexión que no puede ser minúscula, sino y ante todo, debe estar cargada de una significativa motivación, ajena a cualquier otro interés, que no sea ese alguien que espera encontrar un referente en su caminar, que busca una respuesta que le dé seguridad y le permita saborear la riqueza de la cotidianidad con su tinte de sabiduría, ese “sabor de lo bueno”, donde se da el encuentro con el descubrimiento propio del que vuelve sobre su misma práctica.

La reflexión constante “que es un cuento sencillo, como sencilla es la más humilde de las escuela rurales” (Lobo, 1976), busca en el maestro ahondar, detectar y dimensionar la experiencia en el contexto, como también interpretar e interpelar los imaginarios, con la realidad contextual, para no hundirse en el desaliento por las condiciones o quedarse en un activismo que genere descontextualización de la labor, y señalar puntos claros de partida y llegada, evitando así sentirse perdido, lanzando golpes al aire.

Para nuestras Alicias dicha reflexión, puede develarse en factores históricos y culturales, que enmarcaron el desarrollo de la experiencia pedagógica y el acercamiento a las comunidades rurales. Estos factores podrían considerarse las rutas, que guiaron la labor docente y demarcaron el acompañamiento de la vivencia en medio de las comunidades: rutas que por su contenido muestran ideas estructurales, para interpretar adecuadamente el territorio que demarcó el arribo a la labor y a la comunidad asignada, permitiendo la reflexión constante del maestro para mediar entre el quehacer pedagógico y la relación entablada no sólo con sus alumnos, sino también con toda una comunidad.

Finalmente, el cambio dado por nuestras Alicias, a partir de la primera experiencia docente, nos deja la tercera y última lección: “Nadie alcanza la meta con un solo intento, ni perfecciona la vida con una sola rectificación, ni alcanza altura con un solo vuelo” (Meléndez, 2000), solo la constancia y enfrentarse a la realidad, permite alcanzar las metas deseadas, y para ellas se concedió, servir a la nobilísima tarea de la educación, iniciando en la zona rural.

Notas al pie:
  • 1

    Narración de historia de vida a partir de la recreación del diálogo con cuatro maestras rurales.

Referencias
  • Lobo, C. (1976). Un camino para todos. Bogotá: Editora Dosmil
  • Meléndez, J. (2000). ¿Sabes hacia dónde vas y cómo llegar? Universidad de San Miguel.
Historial:
  • » : 22/04/2023» : 2022Jan-Jun